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Omar, el gran califa, conversa con el gobernador de Egipto
Hace mucho tiempo, cuando los turcos no gobernaban sino sobre sí mismos, y esto muy malamente, estaba un día el gran califa Omar con el general conquistador de Egipto, y le preguntó cómo era ese gran mar que nosotros hemos bautizado Mediterráneo o Mar Nuestra. El general conquistador supo con pleno conocimiento de causa qué contestar:
—El mar es cual una bestia gigantesca, que gentes insensatas cabalgan al igual que los gusanos en maderos.
Al oír la respuesta, el gran califa Omar dispuso:
—Ningún musulmán puede aventurarse a surcar tan peligroso elemento, sin expresa autorización escrita de mi persona.
Ya transcurridos muchos años, cuando los otomanos eran ya dueños de una parte importante del mundo, Selim I, su gran sultán, dijo al visir Piri-Bajá:
—Si esta raza de escorpiones cubre los mares con sus bajeles, si las banderas de Venecia, del Papa, de los reyes de España y Francia dominan las aguas de Europa, la culpa es de mi indulgencia y de tu descuido. Quiero una numerosa y formidable escuadra…
Selim I y el visir Piri-Bajá tomaron muy a pecho conformar la armada que fuera capaz de controlar el Mediterráneo, mar que había descendido a sus ojos de ser bestia gigantesca, a mero nido de escorpiones, y por esto es que Selim I deja en herencia una gran escuadra a su hijo Soleimán el Magnífico, que es el marido, María, hija mía, de las Rosas de las que ya te he hablado.
Fin de la historia que Gerardo contó a María, y que trataba del gran califa Omar.