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Posdata segunda, y más principal (y que si pudiera borraba la anterior, que no lo hago para no darte un papel sucio, todo lleno de borrones)
Arribamos a Corfú, medio muertos de hambre y de mareo, el día 24 de octubre. Añado datos que deben satisfacer tus curiosidades, si no he conseguido barrerlas de tu persona: los enemigos perdieron 35.000 personas, entre ellos 34 capitanes de fanal y 120 gobernadores —enlisto a Kapudán-Bajá, Mehemet Sirocco, los beys de Angora, Lepanto, Metelin, Nicópolis, Biglia, Tchurum, Kara-Hissar, Sighadjik, y Chio, y el gobernador y el escribano de Constantinopla, más el bajá de Nicosia, Cumbelat Bey, el Sanchae de Antipo, y otro de Arabia, Solimán Bey, y Mustafá Bey, el general de los aventureros, Fergat rey de Malatia (que otros llaman Melitine, cual fue su nombre en tiempos antiquísimos)—. Son ahora nuestras 108 de sus galeras. Fueron 150.000 sequines de oro los encontrados en la Sultana. El corsario Kara Hodja traía 40.000 sequines. De los nuestros 7.756 personas, 4.800 venecianos, diez voluntarios ingleses murieron —Neville, Clabourne, Beaumont, Brooke— pero restaron vivos los doce voluntarios franceses.
Rescatamos 12.000 cautivos, que es decir sinvidas, más cristianos acabamos vivos que los que hubimos al comenzar la lucha. ¡Hubo multiplicación de cristianos! Pero esto no fue un milagro como la de los panes. ¡No! ¡Nada de milagro! Es simple aritmética y tomar por muerte la vida de un cautivo.
Hicimos nuestros 117 arcabuces de cañones largos y 274 pequeños. De los 80.000 turcos que se presentaron al combate, creemos que habrán vuelto a Constantinopla unos 10.000, y esto con mucha suerte. El número de esclavos que hemos hecho no te lo puedo decir, barajan tantas cifras distintas que todo son cartas marcadas. Algunos pocos escaparon a tierra firme o a Morea.
Llegando a Corfú hubo tres noches y sus días de celebraciones. Las putas que te decía reaparecieron. La grita que se expande es: «¡Ahora vamos contra Jerusalén!». ¿Sabes qué, Avendaño? ¡Conmigo que no cuenten!