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La historia de los cien moriscas entre las mil cien cautivas de Jubiles, y de la venganza cristiana por haber cambiado ropas
Por la guerra de las Alpujarras, los moriscos se vieron muy a su pesar y muy a menudo convertidos o transformados en seres ajenos a su naturaleza afable y trabajadora. En Jubiles, cuando habían sido ya vencidos los rebeldes moriscos, rendidos trescientos hombres y mil cien mujeres, ocurrió que un soldado cristiano quiso a medianoche apartar a una hermosa del resto de sus compañeras vencidas, y no para rezar a su vera. La doncella resistió lo más que pudo. El raptor la amenazó con venganzas brutales si no se iba con él, jurándole la haría vender de esclava a una mancebía, que de eso se encargaría él. Pero ella bien sabía que sería lo contrario, que si ella aceptaba su deshonra, en mancebía acabaría y muy perdida. La mora peleó, llegó incluso a las manos, que poco podían contra la fuerza de este enardecido hombre, cuando uno de los suyos, un joven morisco que, disfrazado de mujer, estaba entre las rendidas, se aventó sobre el cristiano soldado, arrancándole la espada de las manos, hiriéndolo de muerte, y viendo que ya venía contra él la demás soldadesca cristiana, los acometió con furia. Cundió la voz de que muchas de las mujeres no eran sino varones disfrazados, lo cual algo era verdad, que unos habían tramado de esa manera recuperar la victoria que habían perdido, tomando a los cristianos por sorpresa. Echando mano del hierro y el fuego, los soldados cristianos embistieron al grupo de moriscas, asesinándolas junto con todos los varones que había entre ellas disfrazados de mujeres y que no eran más de cien. Fueron inmoladas las mil infelices. La sangrienta y cruel matanza duró hasta el amanecer; con lujo de violencia las fueron masacrando sin piedad, casi se diría que con verdadero placer. Iban distinguiendo quién era mujer y cuál hombre. Iban apartando a los hombres a un lado, tras insultarlos y golpearlos. De las mujeres hacían uso ellos y sus criados antes de destazarlas o echarlas al fuego.
Hasta aquí la historia de Jubiles y nuestro regreso a Zaida.