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En donde se cuenta qué pasó con Zaida en Venecia mientras la Santa Liga se fatigaba en Petatas
Llegó a Venecia la noticia de la victoria de la Santa Liga. La ciudad se entregó enfebrecida a la fiesta. Tres días completos todo fue celebrar. Las tiendas decían: Chiuso per la morte dei Turchi, «Cerrado por la muerte de los turcos», y no se laboró de ninguna manera, ni siquiera se hizo pan. El clima pareció también contagiarse del buen ánimo. Una mañana despejó. Noches atrás, Zaida había convencido con la promesa de una cantidad algo excesiva de monedas a un grupo de expertos marinos —que aunque no ven con buenos ojos navegar a estas alturas del otoño están medio muertos de hambre, por la amenaza de guerra y el azote de los piratas ha sido fatal la temporada mercante—, y aprovechando el buen clima se embarcaron rumbo a Mesina. Cierto que la bonanza no perdura, pero una buena estrella los va guiando y, aunque tardan varios días, terminan por arribar al deseado puerto de Mesina. Una vez ahí, Zaida espera impaciente la llegada de la Santa Liga. Los pocos adelantados han llegado con las manos llenas de noticias. Zaida sabe ya qué ha hecho la bailaora, cómo peleó, cómo se la considera, en qué galera viaja; sabe que ha perdido ya su disfraz varonil, que es conocida ya como mujer, que le ha sido otorgado el permiso de continuar soldada de los odiosos cristianos. Zaida se siente estallar de odio: desea ansiosamente la venganza.