DON JUAN y BERENGUER.
JUAN.- ¿Tenía usted que hablar conmigo?
BERENGUER.- Sí, mi General.
JUAN.- Yo también con usted.
BERENGUER.- Pues hable primero vuecencia.
JUAN.- No; primero usted.
BERENGUER.- La jerarquía exige...
JUAN.- Usted primero. Lo mando.
BERENGUER.- Obedezco. Pues quería suplicar a vuecencia que me destine a las
partidas que operan fuera de la plaza.
JUAN.- (Con ironía.) Desea usted combatir.
BERENGUER.- Sí, mi General.
JUAN.- Comprendo y aplaudo su ardimiento. Pero militares de tanta valía, de lealtad
tan probada, son más necesarios dentro que fuera de la plaza.
BERENGUER.- Estoy a sus órdenes.
JUAN.- Y ahora yo. Señor Berenguer, voy a dar a usted la mejor y más gallarda
prueba de confianza. Usted arde en deseos de probar su destreza, su arrojo en defensa de
los grandes principios.
BERENGUER.- Es verdad. Los grandes principios, la justicia sobre todos, me
trajeron aquí.
JUAN.- Ese amor a la justicia invoco yo para asociarle a un trabajo menos brillante,
pero más fecundo que las operaciones militares.
BERENGUER.- Vuecencia dirá.
JUAN.- Sospecho, mejor dicho, sé que dentro de la plaza hay traidores. Pero no
puedo señalarlos... no los conozco.
BERENGUER.- ¿Y qué?
JUAN.- Que yo encargo a usted la delicada misión de descubrirlos.
BERENGUER.- Mi General, estimando la confianza, debo decir a vuecencia que no
soy espía ni polizonte.
JUAN.- ¿Se ofende usted?... Espero que el señor Berenguer lo pensará mejor y
comprenderá que cuantos defienden al Rey absoluto están obligados a servirle en
aquello que se les encarga.
BERENGUER.- Yo...
JUAN.- (Sin dejarle continuar.) Permítame usted. A media noche le espero en mi
sala de armas con las noticias que haya podido adquirir, y que desde luego aseguro han
de ser preciosas. En cuanto me las comunique, celebraremos el descubrimiento con un
asalto.
BERENGUER.- Está bien.
JUAN.- A florete sin botones, o a espada española, como usted quiera.
BERENGUER.- Lo que vuecencia guste.
JUAN.- Sí; porque de otro modo, la esgrima es juego de chicos, impropio de usted y
de mí. ¿No piensa usted lo mismo?
BERENGUER.- Exactamente.
JUAN.- Y no digo más.
BERENGUER.- Y es bastante.
JUAN.- Hasta la noche, señor de Berenguer.
BERENGUER.- Mi General, hasta la noche. (Vase por el foro.)