MONCADA, VICTORIA, SOR MARÍA DEL SAGRARIO
MONCADA.- (que continúa sentado.) Me parece que Dios no dirá nada...
(Queda profundamente abstraído. Aparecen por una de las puertas de la derecha, Victoria y Sor María del Sagrario. Esta viste el hábito del Socorro, blanco con manto negro; Victoria el de novicia, enteramente blanco, y trae en la mano un palmito de Domingo de Ramos, labrado y adornado con flores. Moncada no nota la entrada de las dos mujeres, ni ellas reparan en él hasta después de un breve rato.)
SOR MARÍA.- No están aquí.
VICTORIA.- ¿Pero dónde se han metido? (Viendo a Moncada, creyéndole dormido.) ¡Ah!, mi padre... Chist. (Imponiendo silencio a la otra, acércase de puntillas.) Se ha quedado dormido.
MONCADA.- (viéndola a su lado, con viva sorpresa.) ¡Ah!... Victoria...
VICTORIA.- ¿No me esperabas?... (Con orgullo.) Mira, mira lo que te traigo... Para mañana, Domingo de Ramos...
MONCADA.- (muy afectado.) ¡Ah!... sí, el palmito. (Vencido de la emoción no puede contener el llanto, y cogiendo las manos de su hija, se las besa.)
VICTORIA.- (confusa.) ¿Pero qué... lloras?