Dichos; EL MARQUÉS DE TREMP, y al fin de la escena, MAGÍN.
MARQUÉS.- Tres horas de Consejo. ¡Qué fastidio!
JUAN.- ¿Y al fin...?
MARQUÉS.- Lo que propuse. Reforzar nuestras guerrillas para contener a Mina, y
armar cinco mil hombres más con los recursos que nos enviaron Austria y Prusia.
JUAN.- Muy bien.
SUSANA.- (Abrazándole.) Tiito, mi ilustre primo, el jefe militar de la plaza, me ha
dado permiso para bailar un poquitín esta tarde.
MARQUÉS.- ¿Sí? Me parece muy bien.
MONSA.- No te quejarás de tu primo.
SUSANA.- ¿Qué he de quejarme? Le tengo en gran estimación.
SATURNA.- Se desvive por complacerte.
SUSANA.- (Vivamente.) Como que quiere casarse conmigo.
MONSA.- ¡Chiquilla!
SATURNA.- ¡Qué descarada!
SUSANA.- Sé que la familia ha tratado de eso... Y mi tío, el señor Marqués Regente,
me lo dijo esta mañana.
MARQUÉS.- Niña, te lo dije reservadamente. Vamos, ten juicio.
SUSANA.- Y reservadamente lo repito yo. Serenísimo tío, repita usted ahora con
absoluta reserva lo que yo le contesté.
JUAN.- A ver...
MARQUÉS.- Pues me ha dicho que no le gusta marido guerrero, que le preferirá
pacífico.
SATURNA.- ¡Vaya una necedad!
JUAN.- Ya la iremos curando de estas filosofías. En todos tiempos hicieron buenas
migas Cupido y Marte.
SUSANA.- Retórico estáis. El Cupido que yo conozco se asusta de la fiera...
MARQUÉS.- (Riendo.) ¿De nosotros?
SUSANA.- Y de ellos. Todos sois lo mismo. Quiero decir que odia con toda su alma
la guerra fratricida (1), y no ve con buenos ojos a los héroes de estas luchas crueles y
feroces, cualquiera que sea su bandera.
JUAN.- Ese será un Cupido extranjero: español no es.
MARQUÉS.- Hija mía, abominas de tu raza y de tu familia. Todos en ella hemos
sido guerrilleros.
MONSA.- Tu padre...
SUSANA.- Sí; ya sé... Fue un sectario implacable, terror de los franceses en la gran
guerra, y de los liberales en las trifulcas del año 14.
SATURNA.- Un defensor del trono legítimo y de la sagrada fe.
SUSANA.- Sí, sí... muy bonito. Pero... os diré una cosa, aquí, en confianza. Cuando
más gozoso está mi espíritu, lo oscurece y lo aplana una nube negra, la memoria de las
crueldades de mi padre, el tristemente célebre Barón de Celis.
SUSANA.- (Irritada.) Crueldades no... la guerra es guerra.
MONSA.- Tonta, ¿tú qué sabes?
JUAN.- Ha leído los amañados relatos de los jacobinos franceses.
SUSANA.- He leído, sí; y he oído referir atrocidades sin cuento. En fin, doblemos
esa hoja, aunque al tocarla nos manchemos los dedos de sangre. No más guerrilleros, no
más espadones, llámense realistas, llámense patriotas.
MONSA.- ¡Qué ideas!
MARQUÉS.- ¡Maldita Francia, maldita filosofía!
JUAN.- Prima mía, tienes que hacerte a nuestra atmósfera.
SATURNA.- Amoldarte a nuestras ideas.
MARQUÉS.- Para eso te hemos sacado del poder de tus tías maternas, las buenas
damas de Crevillard, y ahora te españolizamos, te refundimos.
SUSANA.- Bueno, bueno. Por de pronto, divirtámonos.
MARQUÉS.- Sí, sí; se aprueba lo del baile. Pero antes irás a pagar tus visitas.
SUSANA.- Al momento.
MAGÍN.- (Por el foro.) La litera está pronta.
SUSANA.- ¡Ah! Magín, a tiempo llegas. Voy a encargarte una cosa.
MAGÍN.- Mi niña... mándeme lo que guste.
MARQUÉS.- (A DOÑA SATURNA mientras SUSANA habla con MAGÍN.) Yo
me voy a pie al palacio del Arzobispo. Allí os aguardo, y al regreso entraremos un rato
en casa del Barón Regente.
MAGÍN.- Descuide mi niña. Yo lo pondré todo como un vergel.
SATURNA.- (A DOÑA MONSA.) ¿Tú no vienes?
MONSA.- Iré después. Tengo que hablar a Juan.
MARQUÉS.- (A DON JUAN.) Que salgan esta misma noche los refuerzos.
SUSANA.- (Haciendo a DON JUAN una reverencia.) Adiós, primo. Y paciencia.
La guerra es la paciencia.
JUAN.- Lo ha dicho Napoleón el Grande.
SUSANA.- Lo digo yo... Susana la Chica. Adiós.
JUAN.- (Irritado.) Pues yo digo: la guerra es la guerra, ¡vive Dios!