Escena V
EL CURA, EL MÉDICO, VENANCIO, GREGORIA.
VENANCIO.- (Viéndole alejarse.) Allá va: habla solo, golpea el suelo con su palo.
GREGORIA.- ¿Qué les parece a ustedes?
EL CURA.- A mí, cosa perdida.
VENANCIO.- A mí... peligroso.
EL MÉDICO.- (Más reflexivo que los otros.) No precipitarse a juzgar. Le tengo por uno de tantos. El hombre piensa; su idea le invade el espíritu; su voluntad aspira a la realización de la idea. Uno de tantos, digo, como usted y como yo, mi querido D. Carmelo.
EL CURA.- ¿No ves la demencia en ese pobre anciano?
EL MÉDICO.- Veo la exaltación de un sentimiento, una inteligencia que trabaja sin desmayar nunca, una voluntad agitándose en el vacío, con fuerza hercúlea que no puede aplicarse...
VENANCIO.- (Desdeñoso.) Estos médicos siempre han de dar a las cosas nombres raros.
GREGORIA.- Para que no entendamos.
VENANCIO.- ¿Es eso locura, o qué es?
EL MÉDICO.- ¿Queréis que os hable con toda sinceridad, como médico honrado? Pues no lo sé.
EL CURA.- (Confuso.) ¿Es o no clara la monomanía?
EL MÉDICO.- En toda monomanía hay una razón.
EL CURA.- (Mirando al techo en busca de una idea que se le escapa.) Bueno: yo veo...
VENANCIO.- (Rascándose el cráneo.) Sí: yo veo también...
GREGORIA.- (Más sincera que los demás.) Todos vemos que... Lo diré claro: las barrabasadas de la señora Condesa han influido en que nuestro D. Rodrigo esté tan perdido del caletre...
EL CURA.- Exactamente... De ahí le viene la tos al gato.
EL MÉDICO.- Porque... aquí, que nadie nos oye, señores... la Condesa...
EL CURA.- (Limpiándose sus galas.) Todo lo que digas es poco.
VENANCIO.- No siga usted, D. Salvador... La señora...
GREGORIA.- Callamos por respeto; pero ello es que la tal Doña Lucrecia...
EL CURA.- (Sonriente.) Chitón...
VENANCIO.- No chistamos...
EL CURA.- (Poniéndose las gafas.) Nos sale al encuentro un caso delicadísimo de la vida privada, y ante él cerramos nuestros picos, y nos lavamos nuestras manos. La misión de los que ahora estamos aquí reunidos no es enmendar los yerros de la Condesa de Laín, ni tampoco sacarla a la vergüenza pública. Nuestra misión... (Tosiendo, para tomar luego un tonillo oratorio.) nuestra misión, digo, es tan sólo aliviar, en lo que de nosotros dependa, la triste situación física y moral de ese anciano desvalido, de ese prócer ilustre, verdadero mártir de la sociedad, amigos míos. Y recordando que en la época de su poderío y grandeza él nos tendió la mano y fue nuestro sostén, correspondámosle ahora con nuestra filial solicitud y cariñoso amparo.
(Demostraciones de asentimiento. Sigue a ellas amplísima y a ratos calurosa discusión. Aceptada en principio por los cuatro vocales la conveniencia de alojar al anciano ALBRIT en los Jerónimos de Zaratán, surgen criterios distintos acerca de la forma y manera de realizar lo que creen benéfica y santa obra. Mientras VENANCIO opina que debe conducírsele al monasterio con toda la derechura y sencillez con que se traslada un buey de éste al otro prado, GREGORIA, más delicada y benigna, propone que los propios monjes vengan por él, y le conviden a una fiesta, y le hagan muchas carantoñas hasta llevársele; y una vez allí, que le trinquen bien y le pongan ronzal de seda. EL MÉDICO, por el contrario, niégase a autorizar nada que trascienda a forzado encierro, y sostiene que D. RODRIGO debe entrar en Zaratán voluntaria y libremente, y quedarse allí sin ninguna violencia,única manera de precaver un desorden mental verdaderamente grave. Y EL CURA, hombre conciliador, que todo lo pesa y mide, se ofrece a buscar una fórmula que sea como resultante mecánica de las diversas opiniones expuestas, y a proponer un procedimiento que a unos y a otros satisfaga. Nómbranle por unanimidad Comisión ejecutiva, y como él se pirra por todo lo que sea dirección y mangoneo, promete desplegar en el asunto toda su diplomacia, y el hábil manejo con que sabe acometer las empresas más arriesgadas y dificultosas.)
(Despídese ANGULO para continuar sus visitas, y DON CARMELO, con los dueños de la casa, se dirige al espacioso y bien poblado gallinero de la Pardina. Examinando huevos, pollos y echaduras, se pasa parte de la mañana, y, por último,se convida a comer. GREGORIA le aconseja que prefiera la cena, y propone invitar también al MÉDICO. Aprobación unánime.)