HUGUET, que entra cuando VICTORIA sale; después, DOÑA EULALIA y LA MARQUESA
HUGUET.- Victoria... (llamándola) eh... que estoy aquí. Va como una flecha. Es el demonio esta santita. (Buscando a Cruz.) ¿Pues y Cruz?, ¿dónde está? Habrá pasado al despacho. (Mira por la puerta del despacho.) Tampoco aquí... Bueno: ya parecerán las personas... y los acontecimientos.
EULALIA.- (entrando con la Marquesa, el libro de oraciones en la mano.) Huguet, ¿qué hay? ¿Dónde está Juan?
HUGUET.- De paseo con Daniel.
EULALIA.- ¿Ocurre algo?
HUGUET.- (con alegría espontánea.) Ocurre... que ha retoñado la conspiración. (Reparando en la Marquesa.) (¡Ah!... qué indiscreto!)
LA MARQUESA.- (alarmada.) ¿Conspiración otra vez?
EULALIA.- ¿De veras?... Pero ¿cómo se atreven...?, sin contar conmigo... Apuesto a que esa loquilla de Victoria... (Huguet hace signos afirmativos, que no ve la Marquesa.) ¡Digo...! Y que no hará pocos desatinos... Si estas teclas sólo yo sé pulsarlas.
LA. MARQUESA.- (Ya estoy en ascuas... ¡Pobre hijo mío!)
EULALIA.- (a la Marquesa, con aflicción.) ¿Esperas a Jaime?
LA MARQUESA.- Sí, no puede tardar. En cuanto acaba la consulta, le falta tiempo para correr al lado de su madre.
EULALIA.- (con afectada lástima.) ¡Pobrecito!... ¡Infeliz muchacho!...
LA MARQUESA.- (alarmada.) ¡Pero tú...!
EULALIA.- ¡Oh, no, yo no! Ni quiero intervenir en estas combinaciones de familia, impuestas ¡ay!, por las aflictivas circunstancias que atravesamos.
LA MARQUESA.- (confusa, a Huguet.) ¿Pero es cierto que...?