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Tu desprecio del mantillo es sorprendente. Sólo respetas los objetos artísticos:
—¿Por qué visitas a amigos tan imperfectos? ¿Cómo soportas al que tiene tal defecto, o aquel otro que tiene tal olor? Conozco otros más dignos de ti…
Así dices al árbol: «¿Por qué plantas tus raíces en el estiércol? Yo sólo respeto los frutos y las flores».
Pero yo vivo únicamente de lo que se transforma. Soy vehículo, senda y acarreo. Y tú eres estéril como un muerto.