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Y es el secreto mismo lo que te enseño. Tu pasado entero es un nacimiento al igual que, hasta hoy, los sucesos del imperio. Y si lamentas algo eres tan absurdo como el que lamentaba no haber nacido en otra época, en otro país o ser pequeño cuando era grande, y que empujaba en sus absurdas ensoñaciones su desesperanza de cada instante. Loco aquél que se roe los dientes contra el pasado, que es bloque de granito y cosa concluida. Acepta este día como te es ofrecido en lugar de chocar contra lo irreparable. Irreparable no tiene significado porque es la marca de todo pasado. Y como no hay fin logrado, ni ciclo concluido, ni época acabada sino para los historiadores que te inventarán esas divisiones, ¿cómo sabrás que se debe lamentar la diligencia que no ha resultado aún y que no resultará jamás?; porque el sentido de las cosas no reside en la provisión hecha que consumen los sedentarios, sino en el calor de la transformación, de la marcha, o del deseo. Y a aquél que acaba de ser vencido y bajo el talón de su vencedor se recompone, lo llamo más victorioso en su diligencia que aquél que goza de su victoria de ayer, como un sedentario de sus provisiones y que se encamina ya hacia la muerte.

Entonces, me dirás: «¿Hacia qué debo tender? Puesto que los fines no tienen significado». Y te responderé ese gran secreto que se oculta tras palabras vulgares y simples y que poco a poco me ha enseñado la sabiduría a lo largo de la vida; a saber: que preparar el porvenir es fundar el presente. Y que aquéllos se gastan en la utopía y en las diligencias, en sueños que persiguen imágenes lejanas, frutos de su invención. Porque la única invención verdadera es descifrar el presente bajo sus aspectos incoherentes y su lenguaje contradictorio. Pero si te dejas llevar por las chácharas que son tus sueños vacíos concernientes al porvenir, eres semejante al que cree poder inventar su columna y construir templos nuevos con la libertad de su pluma. Porque, ¿cómo encontrará a su enemigo?; y no encontrando enemigo, ¿por quién estaría fundado? ¿De qué modelaría su columna? La columna se funda al desgastarse en la vida a través de las generaciones. Aunque sólo fuera una forma, no la inventas, sino que la pules con el uso. Y así nacen las grandes obras y los imperios.

Sólo hay presente para poner en orden. ¿Para qué entonces discutir esa herencia? El porvenir no debe preverlo, sino permitirlo.

Y, por cierto, tienes trabajo cuando el presente se te suministra como material. Y yo, de este conjunto de carneros, cabras, campos de cebada, moradas, montañas que son, en el instante que los llamo, dominio o imperio, extraigo algo que no estaba antes y que llamo uno y simple, pues quien lo alcance con la inteligencia lo destruirá sin haberlo conocido; y así fundo el presente, lo mismo que el esfuerzo de mis músculos cuando llego a la cima organiza el paisaje y me hace asistir a esa dulzura blanca en la que las ciudades son como huevos en los nidos de las campiñas, lo que no es más verdadero o más falso que las ciudades vistas como navíos o como templos, sino otra cosa. Y está en mis manos hacer de la suerte de los hombres un alimento para mi serenidad.

Sábelo, pues: toda creación verdadera no es prejuzgar sobre el porvenir, persecución de quimeras y utopías, sino rostro nuevo leído en el presente, reserva de los materiales en desorden recibidos en herencia, y de los cuales no debes ni regocijarte ni quejarte, pues simplemente, como tú, son por haber nacido. Deja, pues, el porvenir desenvolver uno a uno sus ramajes. De presente en presente habrá crecido y entrará concluido en su muerte. No te inquietes por mi imperio. Después que los hombres hayan reconocido ese rostro en la disparidad de las cosas, después que haya hecho obra de escultor en la piedra, habré dado con la majestad de mi creación un golpe de palanca a sus destinos. Y desde entonces irán de victoria en victoria, y desde entonces mis cantores tendrán algo que cantar, pues en vez de glorificar dioses muertos celebrarán simplemente la vida.

Observa mis jardines donde los jardineros van en el alba a crear la primavera, no discuten sobre los pistilos ni las corolas: siembran las semillas.

Os lo aseguro a vosotros, los descorazonados, los desdichados y los vencidos: ¡sois el ejército de la victoria! Porque comenzáis en este instante y es bello ser tan joven.

Mas no creo que pensar el presente sea simple. Porque entonces te resiste la materia misma de la que debes hacer uso, mientras que nunca te resistirán tus invenciones sobre el porvenir. Y aquél que se acuesta sobre la arena en los alrededores de un pozo agotado, y que comienza a evaporarse por el sol ¡qué bien marcha en su sueño! Y cuán fáciles se le presentan las grandes zancadas hacia su liberación. Cómodo es beber en sueños; puesto que tus pasos te traen el agua como esclavos bien aceitados y no hay zarzas para retenerte.

Pero ese porvenir que carece de enemigos no llega a ser, y agonizas, y la arena rechina en tus dientes, y el palmeral y el río denso y los cantos de las lavanderas zozobran lentamente en la muerte.

Mas quien marcha verdaderamente se lastima los tobillos en las rocas, lucha contra las zarzas y se sangra las uñas en los restos del naufragio. Porque se le suministran todos los escalones de su escala, de los que debe triunfar uno a uno. Y crea lentamente el agua con su carne, con sus músculos, con las ampollas de sus palmas, con las heridas de sus pies. Para tramar las realidades contradictorias extrae agua de su desierto de piedras a fuerza de puños, como el panadero que trabaja la masa, siente poco a poco que se endurece, se aumenta con una musculatura que lo resiste, se liga en nudos que debe romper, y es porque comienza a crear el pan. Así pasaba con aquel poeta o aquel escultor que en un principio trabaja el poema o la piedra en una libertad en la cual se perdía, libre de hacer sonreír o llorar su rostro, de inclinarlo a derecha o a izquierda y, en semejante libertad, no lograba realizarse. Pero llega la hora en que el pez muerde y la línea resiste. Llega la hora en que aquello que querías decir no lo has dicho por causa de otra palabra que querías guardar, por que también ésa querías decir, y que sucede que dos verdades se resisten. Y comienzas a tachar como comienzas a amasar en tu greda una sonrisa que al principio te desafía. No escoges una u otra en nombre de una lógica verbal, sino que buscas la piedra angular de tus verdades contradictorias; pues nada tienes que perder, y adivinas que tu poema se hace o que un rostro va a surgir de la piedra, porque de pronto, te hallas rodeado de amados enemigos.

De este modo, no escuches nunca a los que te quieren servir aconsejándote que renuncies a alguna de tus aspiraciones. Conoces lo que tu vocación pesa en ti. Y si la traicionas es a ti a quien desfiguras; pero sabe que tu verdad se hará lentamente porque es nacimiento de árbol y no hallazgo de una fórmula; porque ante todo el tiempo desempeña un papel ya que se trata de transmutarte en otro y de escalar una montaña difícil. Porque el ser nuevo que es unidad desprendida de la disparidad de las cosas no se impone a ti como una solución de jeroglífico, sino como un apaciguamiento de litigios y una cura de heridas. Y su poder, no lo conocerás sino una vez que haya llegado a ser. Por ello es que antes que nada he honrado para el hombre, como a dioses olvidados, el silencio y la lentitud.

Ciudadela
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