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Porque fui llevado a reflexionar sobre los que consumen más de lo que rinden. Así reflexioné sobre la mentira de los Jefes de Estado, pues de la creencia en su palabra dependía la eficacia de la palabra y su poder. De este modo obtengo de la mentira efectos poderosos. Y amortiguo mi arma al tiempo que me sirvo de ella. Y si la lanzo contra mi adversario, tiempo vendrá en que me presentaré ante él sin armas.
Así he reflexionado sobre aquél que escribe sus poemas y extrae efectos eficaces del hecho de hacer trampas con las reglas aceptadas. Porque el efecto de escándalo es también una operación. Pero ése es un malhechor porque para uso de una ventaja personal rompe el vaso de un tesoro común. Para expresarse arruina posibilidades de expresión de todos, como aquél que para alumbrarse prendería fuego al bosque. Y de inmediato sólo hay cenizas a disposición de los demás. Y cuando me he habituado a los errores de sintaxis no puedo ni siquiera aún provocar escándalo y sorprender con lo inesperado. Pero no puedo, tampoco, expresarme con la belleza del estilo antiguo porque he vuelto vanas las convenciones, todo ese signo, esos guiños de ojos, todo este entendimiento, todo ese código tan lentamente elaborado y que me permite transmitir mi yo más sutil. Me he expresado consumando mi instrumento. Y el instrumento de los otros.
Así, de la ironía, que no es del hombre, sino del cangrejo. Porque de mi gobernador, que domina y es respetado, he obtenido efectos cómicos comparándolo a un asno, y nadie se esperaba mi audacia. Pero llegó el momento en que mezclé tan íntimamente al asno y al gobernador que nadie reía cuando expresaba mi evidencia. Y he arruinado una jerarquía, una posibilidad de ascensión, de ambiciones fértiles, una imagen de la grandeza. He robado un granero y he dispersado los granos. La falta, la traición, es que, si he podido emplear y a un tiempo destruir a mi gobernador, es porque otros lo habían instituido. Se me ha ofrecido una ocasión de expresarme, la he aprovechado para destruirla. He traicionado.
Pero el que escribe con rigor y forja su instrumento para utilizar el vehículo, aguza su arma para su uso, y aumenta de ese modo sus provisiones a medida que las consume. Y aquél que domina a su pueblo, por la verdad de su palabra, aumenta su canción a medida que se sirve de ella y, a fin de cuentas, será a quien sigan más lejos en la guerra. Y aquél que funda el sentimiento de la grandeza. Construye el instrumento del que se servirá mañana.