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Es tiempo, en efecto, que te instruya sobre el hombre.
Hay en los mares del norte hielos flotantes que tienen el espesor de montañas; pero del macizo emerge sólo una cresta minúscula en la luz del sol. El resto duerme. Así del hombre, del que has esclarecido solamente una parte miserable con la magia de tu lenguaje. Porque la sabiduría de los siglos ha forjado claves para apoderarse de él. Y conceptos para aclararlo. Y de tiempo en tiempo, llega aquél que lleva a tu conciencia una parte aún no formulada, con la ayuda de una clave nueva, la cual es una palabra, como «envidia», de la que te he hablado, y que expresa en conjunto una cierta red de relaciones que, si la refieres al deseo de la mujer, te aclararán la muerte por la sed, y muchas otras cosas. Y me aprisionas en mis diligencias, mientras que no hubieras sabido explicarme, por qué la sed me atormenta más que la peste. Pero la palabra que obra no es la que se dirige a la débil parte esclarecida, sino que expresa la parte todavía oscura y que no tiene aún lenguaje. Y es por esto que los pueblos van hacia donde el lenguaje del hombre enriquece la parte enunciable. Porque ignoras el objeto de tu inmenso afán de alimento. Pero yo te lo aporto y lo comes. Y el lógico habla de locura; porque su lógica de ayer no le permite comprender.
Mi muralla es el poder que organiza sus provisiones subterráneas y las trae a la conciencia. Porque tus necesidades son oscuras e incoherentes y contradictorias. Buscas la paz y la guerra, las reglas del juego para gozar del juego y la libertad para gozar de ti mismo. La opulencia para satisfacerte con ella y el sacrificio para hallarte en él. La conquista de las provisiones para la conquista y el disfrute de las provisiones para las provisiones. La salud para claridad de tu espíritu y las victorias de la carne para el lujo de tu inteligencia y de tus sentidos. El fervor de tu hogar y el fervor en la evasión. La caridad en consideración a las heridas, y la herida del individuo en consideración al hombre. El amor construido en la fidelidad impuesta, y el descubrimiento del amor fuera de la fidelidad. La igualdad en la justicia, y la desigualdad en la ascensión. Pero a todas esas necesidades en desorden como la rocalla dispersa, ¿qué árbol fundarás capaz de absorberlas y ordenarlas, y de ti logre un hombre? ¿Qué basílica construirás que use esas piedras?
Mi muralla es la semilla antes que te la proponga. Y la forma del tronco y las ramas. Tanto más durable el árbol, pues organizará mejor los jugos de la tierra. Tanto más durable que tu imperio que absorberá mejor lo que de ti se propone. Y vanas son las murallas de piedra cuando son tan sólo escamas de un muerto.