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Y sin embargo, interrogas:
¿Dónde comienza la esclavitud, dónde termina, dónde comienza lo universal, dónde concluye? Y los derechos del hombre, ¿dónde comienzan? Pues conozco los derechos del templo, que es sentido de las piedras y los derechos del imperio, que es sentido de los hombres y los derechos del poema, que es sentido de las palabras. Mas no reconozco los derechos de las piedras en contra del templo ni los derechos de las palabras en contra del poema, ni los derechos del hombre en contra del imperio.
No hay en ellos verdadero egoísmo, sino mutilación. Y el que marcha solitario, diciendo: «Yo, yo, yo…», está como ausente del reino. Lo mismo que la piedra fuera del templo o la palabra seca fuera del poema o tal fragmento de carne que no forma parte de un cuerpo.
—Pero -le dijeron-, puedo suprimir los imperios y unir los hombres en un solo templo, y he aquí que recibirán su sentido de un templo más vasto… .
—Porque no comprendes nada -respondió mi padre. Pues primero ves que esas piedras componen un brazo y reciben su sentido de él. Otras una garganta o un ala. Pero en conjunto componen un ángel de piedra. Y otras, reunidas, componen una ojiva. Y otras en conjunto una columna. Y luego, si tomas esos ángeles de piedra, esas ojivas y esas columnas, todas juntas componen un templo. Y luego, si tomas todos los templos, componen la ciudad santa que gobierna tu marcha en el desierto. Y pretendes que en lugar de someter las piedras al brazo, a la garganta, o al ala de una estatua y después, el brazo, la garganta o el ala a la estatua y después las estatuas al templo, después a través de éstos, los templos a la ciudad santa, te sea más provechoso someter el conjunto a la ciudad santa, haciendo un gran montón uniforme, como si el esplendor de la ciudad santa, que es uno, no naciera de esa diversidad. Como si el esplendor de la columna, que es uno, no naciera del capitel, del fuste y del basamento, que son diversos. Pues cuanto más alta es la verdad, más alto debes observar para aprehenderla. La vida es una, lo mismo que la pendiente hacia el mar, y sin embargo, de etapa en etapa, se diversifica, delegando su poder de Ser en Ser, como de escalón en escalón. Porque ese velero es el bien que resulta de un conjunto diverso. Pues si te acercas, descubres las velas, los mástiles, una proa, un casco, una roda. Y más de cerca, ves que cada parte tiene cuerdas, duelas, tablas y clavos. Y cada conjunto, mirado desde más lejos, se descompone.
”Y mi imperio no tiene significación ni vida verdadera, ni los desfiles de los soldados de la guardia para vosotros, como la ciudad simple si es sólo piedras bien alineadas. Pero primero es tu hogar. Después de los hogares, una familia. Después de la familia, una tribu. Después de las tribus, una provincia. Después de las provincias, mi imperio. Y a este imperio lo ves ferviente y animado del Este al Oeste, del Norte al Sur, lo mismo que un velero en alta mar, que se nutre del viento y lo organiza hacia un fin que no varía, aunque el viento varíe y aunque el velero sea conjunto.
”Y ahora puedes continuar tu trabajo de elevación, y tomar los imperios para hacer un navío más vasto que absorba en sí los navíos y los lleve en una dirección que será una, nutrida por vientos diversos y variables, sin que varíe la proa de la roda en las estrellas. Unificar, es anudar mejor las diversidades particulares, no borrarlas para un orden vano.
(Pero no hay etapas en sí. Has nombrado algunas. Hubieras podido nombrar otras que hubiesen coincidido con las primeras. Pero no es seguro).