155
Porque te asombras del poder de mis ritos o de mi camino de campaña. Y al asombrarte te ciegas.
Observa al escultor: lleva en él algo irrenunciable. Porque nunca es enunciable lo que pertenece al hombre y no al esqueleto de un hombre pasado. Y el escultor modela para transportarlo a un rostro de arcilla.
Así pues, caminabas y has pasado delante de su obra y has mirado ese rostro quizá arrogante, quizá melancólico, después has continuado tu camino. Y ya no eras el mismo. Débilmente convertido, pero convertido, es decir: vuelto e inclinado en una nueva dirección, por corto tiempo quizá; pero por un tiempo.
Un hombre, pues, experimentaba un sentimiento informulable: dio algunos golpes con el pulgar en la arcilla. Colocó su arcilla en tu camino. Y he aquí que te cargas, si tomas esa ruta, con el mismo sentimiento informulable.
Y eso mismo si han transcurrido cien mil años entre su gesto y tu pasaje.