Decisión en el umbral
Diego Moreno
Colombia
Con los dedos aferrados a una pluma y una hoja de papel sobre las piernas, Marcos intentaba escribir alguna historia que le permitiera escapar al menos por un rato: faltaban cinco días para su ejecución, y el tiempo era un tictac que retumbaba en su cabeza y no pararía hasta matarlo. Ese traqueteo infinito y constante era su verdadera condena a muerte.
Bajó la mirada a la hoja. Atento al más mínimo movimiento, acechando cauteloso, esperó a que alguna palabra apareciera. Algún vestigio que lo impulsara hacia otro mundo.
Sentado en una banca de cemento y sin apartar la mirada del papel, percibía cómo el primer rayo de luz de la mañana se deslizaba, lento, sobre el óxido de los barrotes.
Por el ventanuco entraba el estruendo de la lluvia azotando el patio del penal.
En casi todos mis cuentos llueve, pensó. Cuánto daría para que esto fuera uno de ellos.
De pronto, notó que algo se movía sobre la superficie blanca. Sorprendido, intentó seguirlo con la pluma, marcando el camino por el que ese algo transitaba. Algunas letras de tinta azul perfilaron al diminuto intruso, que ahora caminaba a su gusto sobre el papel.
Marcos siguió cada uno de sus movimientos, cada uno de sus gestos. Desde lo alto, perseguía el enorme sombrero de fieltro negro que deambulaba escurridizo entre los renglones, seguido por la punta del esfero.
Dámaso, quien había revelado su nombre entre letras borrosas, andaba cada vez más y más rápido por las últimas líneas. Corrió hasta el final de la hoja. Con el flujo de sus pasos garabateó la palabra “puerta”, la entreabrió y desapareció por la abertura.
Marcos, arrastrado por su pluma, corrió por el último renglón, se asomó por esa misma puerta y vio unas escaleras de madera que bajaban en caracol. En lo profundo distinguió a Dámaso, que descendía de prisa. Marcos supo que debía seguirlo. Se quitó los zapatos para no hacer ruido y fue tras él. Manteniendo una prudente distancia, llegó al pie de las escaleras y se encontró con un extenso pasillo.
Al fondo brillaba una luz intensa que provenía del exterior y perfilaba la silueta de Dámaso acercándose a ella.
Marcos avanzó, sigiloso. Percibió un murmullo urbano: el ronroneo de los motores y el pregón de los vendedores ambulantes aumentaban a cada paso. Ahora el smog se colaba por sus narices, brindándole una paradójica sensación de libertad. Cerró los ojos, pero un grito femenino lo sacó de su abstracción. A contraluz, logró ver el contorno de Dámaso abalanzándose sobre el de una mujer. Marcos no sabía de dónde había salido ella, y tampoco veía bien lo que ocurría… pero esos alaridos pedían auxilio.
Marcos se acercó un poco más, hasta que lo paralizó una voz amenazante que estremeció el pasillo:
—¡Quién anda ahí! —gritó Dámaso.
Marcos, al ver que Dámaso corría hacia él enarbolando un cuchillo, dio media vuelta y huyó por el corredor. Extrañando como nunca sus zapatos, oía los pasos de Dámaso retumbando cada vez más cerca. Llegó a las escaleras de caracol y subió lo más rápido que pudo, pero se detuvo frente a la puerta. Los pasos de Dámaso, ahora subiendo lentamente, resonaban a metros de él.
Abierta, la puerta de su celda lo invitaba a refugiarse.
Él recordó la luz intensa que provenía del exterior, el murmullo urbano, el smog. Apretó los puños y se sorprendió con el tacto de la pluma, que seguía en su mano. Entonces probó su filo y resistencia con el índice, y la empuñó. De espaldas a la puerta, se paró firme. Firme y al acecho.
En la celda, inexplicablemente vacía, los guardianes solo encontraron un par de zapatos y una hoja de papel con frases inconclusas y sin importancia.
Y, salpicando el último renglón, algunas gotas de sangre.
Diego Moreno nació en Medellín (Colombia) en 1975. Actualmente vive en Buenos Aires y, desde el año 2010, asiste al taller de narrativa de Marcelo di Marco. Es historiador y candidato a Magister en Filosofía e Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Sus investigaciones combinan el lenguaje escrito con el lenguaje visual: se desempeña también como fotógrafo documental y artístico.
En Colombia hizo parte del taller de narrativa del escritor Mario Escobar Velásquez y fue guionista y coordinador del programa literario “Palabra viva”, de la Emisora Cultural Universidad Nacional de Colombia.
Sus ensayos, cuentos y fotografías han sido publicados en libros y revistas como La Gazette des Arts, Palabra viva, Cuadernos libres, Las Ciencias Humanas a debate y la gaceta del Museo Argentino “Bernardino Rivadavia”. Actualmente trabaja en su primera novela.