Palomar

Enrique José Decarli

Argentina

De un sacudón corre las cortinas. Abre las dos hojas del postigón, y a medida que acciona, piensa cómo correr las cortinas, cómo abrir el postigón, cómo introducir la escopeta en la reja, entre los dos barrotes centrales y por qué, eso más que nada, piensa: la visión cercana de la reja le sugiere un esternón y un costillar.

fig48

Ilustración: Mariela Giorno

Asegura la culata en el hombro y pasea la mira sobre una de las medianeras. El jardín, con el ojo izquierdo cerrado, cobra una perspectiva diferente que lo distrae y demora el disparo. Abre el ojo izquierdo y la imagen se abre hacia la izquierda. Las palomas parecen alejarse, bamboleándose, sacudiendo el buche gris y blanco, o sólo gris, o sólo blanco. De cualquier manera o color, que las palomas se bamboleen sobre la medianera es, para Elio, una provocación, la declaración de guerra. Él ya le advirtió a Elvira: Se las voy a bajar. Una por una.

Dos o tres veces vuelve a cerrar y a abrir el ojo izquierdo. Le gusta ese movimiento de zoom. Al fin carga de decisión el gatillo y elige la zona más concentrada de palomas. El estampido lo cubre, por un momento, de un telón negro. Entonces duda. El culatazo apenas movió la escopeta y alguien ahora golpea la puerta del frente. La medianera está vacía. Elio no termina de saber si las plumas que flotan pertenecen a una o a varias palomas muertas. A una o a varias palomas heridas. A una o a varias palomas que se salvaron, y asustadas, remontaron vuelo al palomar. Pero alguien golpea la puerta. Eso es indudable.

Guarda la escopeta y piensa si efectivamente habrá disparado. Si la detonación que escuchó no habrá sido, en realidad, uno de los primeros golpes en la puerta, que asustó a las palomas, lo sobresaltó a él, y le hizo mover apenas la escopeta sobre el hombro. Puede ser, piensa mientras camina hacia la puerta de calle. Por la mirilla ve, algo desencajada, la cabeza de Elvira. Igual la visión es demasiado parcial. Una visión de glaucoma. Elio piensa que así verá el mundo si el destino le reserva sufrir de glaucoma. Se sacude la ropa y si Elvira ya está ahí, entonces sí, efectivamente disparó. Alguna paloma cayó, muerta o herida, y Elvira viene a reclamar una indemnización. A pedir una tregua. A jurar venganza pese a que él le advirtió: Se las voy a bajar. Una por una.

Abre impostando un gesto cordial. Una sonrisa para una Elvira que, sin el sostén de la puerta cae, desestabilizada, en el umbral. Está ebria, piensa Elio. No conocía esa arista de su vecina y ahora encuentra razonable que una persona entregada a la bebida críe palomas. Empieza a levantarla de las axilas y ve, sobre la alfombra de estopa que dice Welcome, la sangre caer a chorros. Abre las manos y retrocede. Elvira vuelve a caer. La sangre explota hacia los costados manchando la pared, el parquet. El ruido de la cabeza golpeando contra el suelo, es para Elio como un estampido y le produce, a la altura del hombro, un estremecimiento leve. Un culatazo sin ganas. De un bolsillo de la camisa saca el atado de cigarrillos y el encendedor. Se apoya contra el marco y fuma. Mira la calle. Mira las piernas rendidas de Elvira. El tabaco le renueva fuerzas para decidirse a terminar de entrar el cuerpo, pero antes lo da vuelta y comprueba: la cara de Elvira se hizo pedazos, supone (y siente por eso un cargo de responsabilidad) a causa del segundo golpe.

Llega hasta la vereda. La calle vacía le produce una especie de alivio inexplicable. Vuelve al living y cierra la puerta. Elvira…, quiere decir pero sólo lo piensa. La sacude de un hombro. Uno a uno desabrocha los botones del solero empapado. El agujero en el pecho es enorme, o eso deduce Elio por la cantidad de sangre que brota. Se desabrocha la camisa y se la saca. Trata de taponar el agujero con la tela cuadrillé. Las manos lo comprueban: un poco de presión es suficiente y desgarra más la herida. Elvira…, vuelve a pensar aunque su intención es hablarle. La cachetea. Le saca los zapatos y constata la temperatura en los pies helados. No faltará mucho, piensa, para que termine de vaciarse. Corre al baño en busca de una toalla. Comprueba, al regresar, que el caudal de sangre mermó y que la camisa ya no está. Recuerda que en un bolsillo estaban los cigarrillos y el encendedor. Supone que podrá recuperarlos, pero lamenta que fumarlos en esas condiciones sea casi un acto de canibalismo. Lamenta recordar que es domingo. Que es media tarde. Que recién a las cinco abrirán los kioscos.

El agujero en el pecho de Elvira, según le parece a Elio, creció. La visión le sugiere un aljibe. Igual cuestiona que haya crecido tanto en ese trayecto tan corto, ida y vuelta del living al baño. Tal vez se trate de que, ahora, sin la distorsión que produce la sangre —porque Elvira no sangra sino apenas unos hilitos—, el panorama se ve mucho mejor. La toalla termina el trabajo y revela las dimensiones reales. El agujero abarca todo el tórax inerte de Elvira. Los pechos son dos guirnaldas retaceadas y es probable, piensa Elio, que si vuelve al baño a buscar otra toalla, el agujero siga creciendo hasta agujerear el parquet, devorar la manzana, el barrio entero adentro del cráter, a salvo sólo el palomar.

Evalúa meter un pie y tantear la profundidad del cráter. Ver si, al menos, puede recuperar la camisa. Si bien renunció a fumar, la camisa es de una tela buena y se podrá lavar. Pero una duda lo atraviesa, y detiene la punta del pie en la boca del cráter. La posibilidad de que, en verdad, sea un aljibe. No tiene sogas. No sabe nadar. No quiere arriesgarse a morir ahogado en el aljibe de Elvira. Antes necesita ver. Se arrodilla y acerca la cabeza a la boca del agujero. Cuando quiere hundirla, algo lo resiste. Tal vez el esternón. O el costillar. O los barrotes de una reja, no puede precisarlo. Levanta la cabeza. A su derecha, entre las distintas aberturas que se van superponiendo se recorta, nítido, un fragmento de su habitación. Un fragmento de la ventana de su habitación. Un fragmento de cortina, de reja, de postigón abierto, de jardín. De medianera otra vez llena de palomas. Debajo de él, Elvira, partida en dos por el aljibe. Trata de hacer consciente qué está mirando y qué está viendo, porque siente que todo lo que ve, lo ve como si mirara con un solo ojo y entonces duda. Y entonces abre y cierra los ojos muchas veces. Y entonces sucede. Elvira se estremece y el living se ilumina. La luz proviene del interior del aljibe. Llega cargada de olor a jardín. De un gorjeo de palomas y, en el fondo, el eco de un estampido.


Enrique José Decarli nació en Buenos Aires en 1973. Es abogado y músico. Publicó Desde la habitación del sur (Libresa 2009), finalista del Concurso de Literatura Juvenil Libresa 2008. En 2010 el Ministerio de Educación, en el marco del Plan Nacional de Lectura, lo recomendó para la Escuela Media. Desde 2008 dicta talleres de lectura y narrativa en la Municipalidad de Almirante Brown y en instituciones privadas.

Axxón 2013
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
enero.xhtml
contenido1.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
febrero.xhtml
contenido2.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
marzo.xhtml
contenido3.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
abril.xhtml
contenido4.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
mayo.xhtml
contenido5.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
junio.xhtml
contenido6.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
julio.xhtml
contenido7.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
agosto.xhtml
contenido8.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
septiembre.xhtml
contenido9.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
Section0102.xhtml
Section0103.xhtml
Section0104.xhtml
Section0105.xhtml
Section0106.xhtml
Section0107.xhtml
Section0108.xhtml
octubre.xhtml
contenido10.xhtml
Section0109.xhtml
Section0110.xhtml
Section0111.xhtml
Section0112.xhtml
Section0113.xhtml
Section0114.xhtml
Section0115.xhtml
noviembre.xhtml
contenido11.xhtml
Section0116.xhtml
Section0117.xhtml
Section0118.xhtml
Section0119.xhtml
Section0120.xhtml
Section0121.xhtml
Section0122.xhtml
Section0123.xhtml
Section0124.xhtml
Section0125.xhtml
Section0126.xhtml
Section0127.xhtml
diciembre.xhtml
contenido12.xhtml
Section0128.xhtml
Section0129.xhtml
Section0130.xhtml
Section0131.xhtml
Section0132.xhtml
Section0133.xhtml
Section0134.xhtml
NotasS20.xhtml
NotasS22.xhtml
NotasS27.xhtml
NotasS132.xhtml