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Katie estaba tendida en una tumbona en la terraza. Veía Barcelona a sus pies. Pero la terraza era la de su habitación en aquel hotel de San Gimignano. Y veía el mar, que no se veía desde San Gimignano. El aire olía a algo a medio camino entre loción bronceadora y crema de vainilla muy buena. Jacob estaba dormido, o se había quedado con mamá y papá en Inglaterra, o estaba ausente en general de una forma que no la inquietaba. Y en realidad era una hamaca y no una tumbona.
Entonces Ray pisó el caballero de Playmobil y chilló, y Jacob chilló porque Ray le había roto el caballero de Playmobil, y Katie se despertó y ese día iba a casarse y era probablemente un momento que tenía que pararse a saborear, pero no le fue posible saborearlo en realidad porque para cuando se hubo lavado los dientes y la cara los del servicio de comidas ya estaban abajo preguntándose hasta qué punto podían colonizar la cocina, de manera que tuvo que poner en marcha a mamá, y entonces Jacob se enfadó porque Ronnie se había acabado los Bran Flakes y en lugar de disculparse o salir en busca de más a la tienda del pueblo le estaba dando a Jacob un pequeño sermón sobre que no siempre podías tener lo que querías, aunque el problema lo había causado Ronnie haciendo precisamente eso. Entonces apareció Ed y pisó el monumental montón de mierda que su maldito perro había dejado en medio del sendero y quedó claro que las cosas iban a seguir por el estilo hasta que acabara el día.