68
Poco después de que Jean mandara a Jamie en busca de algo de comer a la cafetería del hospital apareció un médico. Llevaba un jersey de pico azul oscuro e iba sin corbata, como hacían últimamente los médicos.
—¿Señora Hall? —preguntó.
—¿Sí?
—Soy el doctor Parris.
Jean le estrechó la mano. Era bastante atractivo. Tenía un poco de aspecto de jugador de rugby.
—¿Podemos salir ahí fuera un momento? —preguntó, y lo hizo con tanta educación que a Jean no se le ocurrió preocuparse. Salieron del cubículo.
—¿Y bien? —preguntó ella.
El doctor hizo una pausa.
—Nos gustaría dejar aquí a su marido esta noche.
—De acuerdo —le pareció una idea muy sensata.
—Nos gustaría hacer una evaluación psiquiátrica —añadió el doctor.
—Bueno —repuso Jean—, sí, últimamente se ha venido sintiendo un poco alicaído —le impresionaba que el hospital fuera tan concienzudo, pero no entendía cómo lo sabían. Quizá el doctor Barghoutian lo había puesto en el historial médico de George. Lo cual era un poco alarmante.
El doctor Parris dijo:
—Cuando alguien se hace daño a sí mismo nos gusta saber por qué. Si lo ha hecho antes. Si es probable que vuelva a hacerlo.
Jean explicó:
—Se rompió el codo hace un par de años. Normalmente es muy cuidadoso con esa clase de cosas —en realidad no entendía adónde quería llegar el doctor Parris. Sonrió.
El doctor Parris sonrió a su vez, pero no fue una sonrisa muy franca.
—¿Y se rompió el codo…?
—Al caerse de una escalera de mano.
—No le han dicho lo de las tijeras, ¿verdad?
—¿Qué tijeras? —quiso saber ella.
De modo que el médico le contó lo de las tijeras.
Jean quiso decirle al doctor Parris que habían confundido a George con algún otro. Pero el doctor sabía lo de la sangre y el baño y el eczema. Se sintió estúpida por creer en la absurda historia de George sobre el formón. Y tuvo miedo por él.
George estaba perdiendo la cabeza.
Quiso preguntarle al doctor Parris qué le pasaba exactamente a George, si se pondría peor, si se trataba de algo permanente. Pero ésas eran preguntas egoístas y no quería quedar como una estúpida por segunda vez. De manera que le dio las gracias por hablar con ella, y volvió a la silla junto a la cama de George y esperó a que el doctor Parris saliera de la sala y lloró un poco cuando nadie miraba.