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Iban a casarse.
Katie sentía una excitación que no había experimentado antes. Esta vez sabía que estaba haciendo lo correcto. Iban a encargarse ellos de todo. Iba a ser realmente su boda.
Y a una parte de ella le satisfacía en secreto que la noticia fuese a irritar a la gente.
Le había preocupado pedírselo a Ray. ¿La creería? ¿Querría correr el riesgo de que a ella la asaltaran las dudas por segunda vez?
Entonces pensó: «A la mierda». ¿Qué otra cosa se suponía que debías hacer cuando amabas a alguien y querías casarte con él? Y si las invitaciones ya se habían mandado… bueno, parecía sensato hacer la pregunta bastante rápido.
De manera que se armó de valor y se lo preguntó. Hincando una rodilla. Así podría convertirlo en una broma si todo salía terriblemente mal.
A Ray se le iluminó la cara.
—Por supuesto que quiero casarme contigo.
Katie se quedó tan sorprendida que se encontró tratando de hacerle cambiar de opinión.
—¿Estás absolutamente seguro?
—Eh —Ray la asió de los hombros.
—¿Qué?
—He dicho que sí. He dicho que quiero casarme contigo.
—Ya lo sé, pero…
—¿Sabes una cosa? —interrumpió Ray.
—¿Qué?
—Has vuelto.
—¿Qué quieres decir?
—Vuelves a ser tú —repuso él.
—¿O sea que de verdad quieres casarte? ¿Dentro de quince días?
—Sólo si me prometes no volver a pedírmelo.
—Te lo prometo.
Se miraron el uno al otro unos cinco segundos, asimilándolo. Entonces empezaron a dar saltos como niños.
Esperaba que su madre se enfadara. Visto el follón. Pero pareció extrañamente resignada. Por lo visto, no había llegado a decirles a los invitados que se había cancelado. Quizá sospechaba que iba a pasar eso desde el principio.
Katie dijo que lo organizarían todo ellos. Todo cuanto Katie necesitaba eran los números de teléfono. Mamá no tenía que hacer nada.
—Y vamos a pagar Ray y yo. Nos parece justo, después de todo por lo que os hemos hecho pasar.
—Bueno, si insistís —repuso su madre—. Aunque no sé muy bien qué va a opinar tu padre.
—Será más rico —bromeó Katie, pero su madre no rió—. ¿Cómo está papá, por cierto?
—Bien, por lo que parece —no pareció muy contenta de que así fuera.
—Estupendo —dijo Katie. Quizá su madre sólo tenía un mal día—. Eso sí que son buenas noticias.
Los de la floristería fueron muy groseros. Aún podían colar la boda entre otros encargos, pero costaría más. Katie dijo que le encargaría las flores a alguien más simpático y colgó el teléfono, llena de una indignación justificada que no había sentido en mucho tiempo y que la animó, y se dijo «Al carajo con las flores». Ray sugirió que cogieran flores para un ramo la mañana de la boda y a los dos les pareció muy divertido.
Los del servicio de comidas fueron más comprensivos. De hecho parecían creer que acababa de salir del hospital, lo cual implicó un rápido juego de piernas por parte de Katie, y cuando murmuró algo sobre que las pruebas habían salido negativas le llegaron auténticos vítores del otro lado de la línea.
—Será un honor para nosotros proporcionarles la comida.
Los de la tarta ni siquiera se habían enterado de que la boda se había anulado y claramente pensaron que Katie estaba chiflada.