Principio 84
Pensar es llevar el cerebro a dar un paseo para que descubra nuevos paisajes. Conseguirlo requiere buscar momentos apacibles, aquellos en los que el sol ilumina con la diáfana claridad que elimina toda sombra, cuando no existen tensiones atmosféricas, nubarrones, lluvias o tempestades siempre perecederos que restan profundidad y definición a la visión.
Pensar es el triunfo y el recreo del cerebro.
A nivel individual todos tenemos horarios y tiempos para comer, dormir, asearnos, desplazarnos, ver la tele, leer el diario, hacer deporte y otras cien ocupaciones. A nivel empresarial toda organización dispone de sistemas financieros, de producción, distribución, ventas, posventas y mil y un postetcéteras.
La pregunta, sea a nivel personal o empresarial, es: ¿tenemos prefijados horarios, tiempos y sistemas para pensar? ¿O tan sólo recurrimos a nuestra más decisiva y determinante capacidad cuando surgen problemas y buscamos cómo resolverlos?
El pensar ocasional, como parche para crisis o masaje para calambres, es la mayor pérdida de capacidad y energía para poder ejercer nuestra condición de humanos.
El acto de pensar en libertad, sin coacción ni limitación, entendido como el máximo potencial para la visión del futuro y su entorno, es lo que ha hecho realmente grande a personas, organizaciones, empresas y países.
Sistematizar, estimular y potenciar el pensamiento individual y el colectivo, como palancas para hallar y activar nuestros grandes sueños y para germinar e impulsar nuevas ilusiones, es saber utilizar nuestro mayor don natural.
Y con perdón por la insistencia, y repetido como cierre de todo lo escrito en este libro, una vez más conviene recordar que pensar es… ¡gratis!