Principio 78
Un motor bloqueado es un motor inútil.
No existe mayor congelador de nuestras neuronas que este huracán gélido llamado miedo, porque las bloquea e inutiliza. Cuando el miedo nos invade nos estamos negando a nosotros mismos, fulminamos de un solo golpe nuestro grandioso don de discernir y actuar, y al hacerlo estamos sometiendo y encadenando nuestra voluntad a la de nuestro opresor. Tú ya no eres de ti: eres del otro.
La importancia de perder el temor, en determinados momentos y circunstancias de la vida adquiere un valor extraordinario, porque significa luchar por el cambio o arrodillarse al sometimiento.
Desde un punto de vista colectivo, el no temor ha significado el impulso imprescindible para la prosperidad de países y, por supuesto, civilizaciones.
Los eternos opresores se constituyeron (y hoy lo siguen haciendo) decretando negaciones, asfixiando libertades, cegando conocimientos. Y todo lo insonorizan con la más repulsiva de las coberturas: la del miedo psicológico, demasiadas veces todavía rematado por el físico. Su maquiavélica táctica siempre es la misma: tratan por todos los medios de abortar cualquier embrión de libertad antes de que germine y nazca. Sustituyen ideas por sumisión, bibliotecas por celdas y la capacidad de iniciativa por la muerte vegetativa.
Para entender en toda su dimensión lo que significa no dejarse sucumbir por el miedo, tan sólo hace falta una reflexión: el mundo libre que hoy tenemos, iniciado gracias a la Revolución francesa en 1789 con la gran debacle de los poderes absolutistas, lo debemos fundamentalmente a individuos que, cuando llegó su momento, no temieron.
A nivel de nuestro microclima individual, todo lo expuesto se repite, obviamente en otras dimensiones y circunstancias, aunque el eje del que parte la problemática es el mismo: el abuso.
La sociedad rebosa de jefes, parientes, clientes, politiquillos, funcionarios, comités y camarillas que, en determinados momentos, para conseguir sus fines, o simplemente porque están éticamente descerebrados para discernir y negociar, recurren al miedo: es su arma letal para provocar nuestro pánico.
Frente a estas malas hierbas jamás hay que dejarse impresionar, porque eso es precisamente lo que ellos buscan.
Como dijo un valiente, a lo único que hay que tenerle miedo es al propio miedo. Por eso hay que superar la fuerza y maldad del opresor con la tenacidad, el conocimiento, la sagacidad y la agilidad del liberador. A cualquier nivel. En toda circunstancia. Y siempre.