Principio 60
Un creador es un reinterpretador de sus sueños y percepciones.
El acto creativo es un estallido activado por un don natural que recoge y resume visiones, inquietudes y experiencias que bullen en las propias neuronas.
La creación aislada de todo contexto es imposible: el cerebro es una esponja que sólo escupe líquido cuando previamente lo ha absorbido; mientras este proceso no existe, el cerebro es una esponja seca.
Eso significa algo tan simple como que, para ser creativo, lo primero que se necesita es querer serlo, una actitud que, aún pareciendo elemental, muchas personas rechazan para sí mismas. «Yo no soy creativo» es una frase habitual en algunos, que de esta manera castran una facultad que todos sin excepción tenemos, porque en mayor o menor medida es congénita en los humanos.
El cerebro-esponja se carga de creatividad gracias a la observación y a la inquietud apasionada, que son los dos grandes absorbentes ingenuos y espontáneos, y también con el estudio y el análisis, que son dos premeditados fijadores de neuronas. En cualquier caso y sin la menor duda, el creativo no tiene por qué ser o evidenciar que es un personaje docto, cultivado y estudioso. El creativo es, por principio y ante todo, un inquieto abierto a la vida, un cerebro excitado por la transformación de lo existente. Su pértiga es la libertad, y su fosa cualquier forma de fascismo y exclusión. La creatividad siempre comporta la asunción de riesgo.
En el extremo opuesto de la diáspora cerebral están los que se autoexcluyen de la creación —insisto, siempre voluntariamente— para conducir sus actos desde la copia o la imitación. Por esa misma antítesis, su vector dominante es la exclusión de cualquier riesgo.
Extendernos en hablar de quienes adoptan esta actitud, cuando la intención de estas páginas es estimular la propia creatividad, transformaría esta obra en un auténtico librocidio, que en terminología más cotidiana podría entenderse como «manual de estímulo de la autodestrucción a través de la palabra impresa».
Quizá lo máximo que quepa decir de los copiones e imitadores compulsivos es que, para el desarrollo del mundo, representan tan poco que son incapaces de representarse a sí mismos.