Principio 7
Excepto cuando dormimos sin soñar, la capacidad de nuestro cerebro está constantemente ubicada en uno de nuestros tres tiempos: el pasado, el ahora y el futuro.
El pasado y nuestro futuro son los extremos de nuestro tiempo vital, nuestra historia vivida o la que nos queda por construir y vivir.
Concentrarnos en el pasado, mientras no se entre en la melancolía que entristece por no poder repetir lo irrepetible, siempre es gratificante. Revivir los grandes momentos es dejarnos mecer por nuestra historia, mientras el cerebro hace una función de madre cariñosa que nos arrulla iluminando y aireando nuestras raíces.
Concentrarnos en el futuro es virar al otro extremo: es girar toda la capacidad del cerebro para focalizarlo en querer ser en vez de recrearse por haber sido.
Al igual que no es sano borrar nuestro buen pasado, es muy oxidante no disponer de ningún proyecto para el futuro. Siempre hay que procurar tener al menos una posibilidad, un proyecto o un sueño; algo que nos guste, nos gratifique, sea posible lograr y entendamos que nos conviene. Puede ser mínimo o grandioso, personal, familiar o colectivo, de gran esfuerzo o puro placer, social o profesional, material o intelectual.
Tener una meta alcanzable y hacer lo posible para conseguirla es poner a pedalear las neuronas, es revivir, pero esta vez mirando hacia adelante. Cuando ocurre, nuestro hoy lo vivimos con más vitalidad y mayor ilusión, lo que sin duda contribuye a algo decisivo: nos queremos un poco más a nosotros mismos.