Principio 31
La palabra es el sonido exterior de nuestro cerebro. Por eso es tan importante saberla conducir y controlar: cuando eso se pierde, estamos abriendo esa caja fuerte que es nuestro cráneo, mostrando los pensamientos y criterios que retenemos en nuestro cerebro. Jugamos enseñando nuestras cartas.
En los momentos importantes, ser muy conscientes de lo que se dice y del por qué y del cómo se dice, puede marcar de forma definitiva el rumbo de nuestro presente y nuestro futuro.
Lo primero a dominar es el tono en el que nos expresamos: el cómo lo decimos. Hay conversaciones que parecen un ring de combate, otras una hamaca de ensoñación, algunas se asemejan a un agradable paseo y otras a una precipitada carrera. El tono es el resultado de la tensión y el volumen que nuestras neuronas ordenan a nuestras cuatro cuerdas vocales. Dependiendo del tono, «eres un hijo de puta» puede ser un gravísimo insulto o una evidente muestra de admiración. El tono es nuestra música. Y todos sabemos que la música, al igual que amansa a las fieras las puede excitar en demasía.
Lo segundo es saber controlar por qué decimos exactamente lo que decimos. Al igual que un paisaje puede pintarse de mil formas, cualquier situación puede describirse de mil maneras. Saber elegir las palabras precisas para emitirlas al cerebro del oyente es lo que a algunos los convierte en «buenos comunicadores». Si no se tiene ese don, pienso que la mejor forma de alcanzarlo es a través de uno de los mayores placeres íntimos que existe: la lectura de buenos libros. Para elegir las mejores palabras, antes hay que haberlas aprendido y absorbido.
Pero lo realmente trascendente es ser conscientes de el qué se dice, porque es así como evidenciamos nuestra pretensión, deseo o defensa, unas veces para describir y otras para conseguir.
Si tan sólo se trata de describir, el expresarnos bien o mal nos convierte en excelentes, pasables o malos narradores, una circunstancia que, a ese nivel, normalmente no es trascendente.
Pero cuando decimos para conseguir, y más cuando se trata de algo importante, estamos hablando de palabras mayores. Saberlas seleccionar y condimentar al gusto preciso de la personalidad, la circunstancia y el momento de quien las va a oír significa tener mucho avanzado, porque posiblemente sólo así vamos a ser escuchados.
Lo que decimos es la letra de nuestra canción: mejor que suene bien a los oídos de quien nos escucha.