Principio 16
El triunfo, tal como hoy se acepta mayoritariamente, en su esencia siempre es dual, porque además de conseguir algo excepcional para uno mismo, se entiende que ese logro es reconocido, deseado e incluso aplaudido por otros. Sin reconocimiento externo, el triunfo pierde el ruido público y se transforma en un silencioso bien íntimo.
En otras épocas, el triunfo era un sedimento; hoy es un alud con eco. En su esencia siempre parte de un hecho intelectual, artístico, físico, material o simplemente estúpido o escandaloso, protagonizado por alguien que con su actividad consigue atraer y provocar a los medios de comunicación para que muestren y realcen su diferencia.
El control de la continuidad del eco es esencial para la consolidación del triunfo o para que tenga un recorrido tan fulgurante como fugaz. En una sociedad masiva y globalizada, los medios de comunicación se convierten en los abrelatas de los cerebros y en los micrófonos de los chisporroteos de infinidad de hogueras de vanidades, bastantes estrellas fugaces y contados astros radiantes.
El escándalo, la vulgaridad, la estupidez y la osadía sin valía son estruendos sin melodía: son alaridos de días, meses e incluso y muy excepcionalmente de años, que acostumbran a dejar muchas vidas rotas.
La aportación real de un algo concreto que realmente interesa a determinadas personas, cuando es amplificado por los medios de comunicación puede transformarse en una historia de triunfo sin medida ni fin. Para que esto ocurra, la base imprescindible es su capacidad de «convencer».
El convencimiento es un movimiento del intelecto que le transmite a la voluntad la orden de aceptar e incluso asumir como propio lo que otro muestra.
En su esencia, el triunfo no efímero, es decir, el creciente y difícilmente abatible, se basa en la aportación de algo nuevo y superior respecto a lo establecido, que interesa a otros porque los convence, bien por sí mismo, bien como consecuencia del eco público que lo rodea, o por ambas cosas a la vez.
Si no convences, no estás. Y si convenciendo no logras eco, te limitas a estar. El triunfo es el eco masivo del convencimiento.