Principio 14
Las creencias, ideologías, personas, empresas y marcas que alcanzan el liderazgo, lo logran porque consiguen una adhesión mayoritaria. Cuantas menos adhesiones, menos creyentes o menos clientes. Y cuando las adhesiones son mínimas, a las ideologías se les llama sectas o devaneos mentales, y a las marcas y empresas les espera el cierre.
El mundo libre y desarrollado se ha convertido en un inmenso bazar de tentaciones. Entre los muchos que pretenden tu adhesión, sólo se harán con tu fe, tu dinero o con ambos quienes sean capaces de hacerte entender que con su oferta vas a recibir las mayores satisfacciones. En el bazar, quien mayor premio ofrece y mejor lo sabe explicar es quien más vende.
En este sentido, y desde la más pura asepsia, siempre he mantenido que quienes han sido y siguen siendo maestros en el arte de ofrecer un surtido de premios imbatibles han sido las grandes religiones, esos inmensos intangibles que dominan las conductas y los actos de millones de humanos de todas las razas y procedencias.
¿Por qué esas creencias se han mantenido y se mantendrán durante siglos, y sin embargo ninguna de las grandes marcas que hoy dominan el mundo puede asegurar cuál será su futuro dentro de tan sólo una década?
Sencillamente, porque para quienes necesitan creer, el premio que su religión les ofrece es definitivamente imbatible. Si analizamos el premio concreto que muchas marcas están prometiendo, es fácil observar que demasiadas veces es difícil de precisar, y cuando lo logran lo frecuente es observar que con los años lo han ido variando. Muchas empresas aún tienen que entender que su gran patrimonio es la fe que en ellas deposita el mercado, y que con la fe no se juega.
Aterrizando en el duro suelo, obviamente no hay empresa ni marca que pueda soñar en ofrecer un cielo eterno, pero sí debe esforzarse por definir y ofrecer su cielo terrenal. Cuanto más logras hacer volar el deseo de conseguir aquello que te ilusiona o necesitas, más infieles tumbas y más prosélitos consigues.