Principio 28
El error existe. El error es humano. Y tarde o temprano, siempre se produce.
Entonces los clientes se molestan. A veces se ofenden. Y en su cerebro se abre una brecha de decepción con secuelas de abandono.
Cuando nosotros caemos en él, siempre lo pagamos. Y cuando cae nuestro competidor… ¿sabemos aprovechar sus fallos en nuestro beneficio?
Momificar el orgullo y estar permanentemente abiertos a detectar y resolver con toda celeridad los errores propios es fundamental: un gran amante puede ser despedido por no reconocer y resolver su halitosis.
Partiendo de la verdad universal e infalible que la competencia también se equivoca, nunca he acabado de entender por qué en la actividad empresarial no se dedica un mínimo del 5 por ciento del tiempo de los directivos a detectar los errores de la competencia, obviamente no a efectos de sádica autocomplacencia, sino como objetivo inmediato de autosuperación y, en lo posible, de destrucción de nuestro querido enemigo.
Si se considera eficiente disponer de un servicio de asistencia al consumidor, igual o más lo es disponer de un servicio de detección de los errores del competidor.
En las grandes corporaciones que además son inteligentes, algún día esta misión será objeto de una vicepresidencia o dirección concreta: la que se ocupe de la detección de los errores de la competencia.
Créeme que esta propuesta no tiene nada de extravagante: en la actividad de los partidos políticos, que a efectos de captación de voto es competencia pura y dura, este 5 por ciento de dedicación que propongo ellos lo convierten, como mínimo, en un 51 por ciento de su actividad.