Comandante Alfredo Astiz
A Astiz, muy admirado en el seno de la Junta Militar por ser uno de los torturadores más eficientes de Argentina, donde se le conocía como el «ángel rubio de la muerte», se le dio el mando de docenas de soldados argentinos en la isla Georgia del Sur. Cuando los británicos asaltaron la isla, Astiz se convirtió en el ángel de la rendición. Luchó salvajemente hasta que se rindió a los británicos sin haber disparado un tiro. Después de su captura, el capitán Astiz fue separado de sus soldados y enviado a la Gran Bretaña para ser interrogado por su papel en los crímenes de la Junta Militar. Al cabo de unas pocas semanas, fue mandado de nuevo a Argentina después de que se tomase la decisión de no enjuiciarle. En 1990, Astiz fue condenado por un tribunal francés in absentia por asesinar a peligrosas monjas francesas en Argentina durante la década de 1970. En 2001, fue acusado por la ONG Human Rights Watch, cuando Argentina se negó a extraditarlo a Italia. Aún en prisión preventiva, todavía constituye una amenaza para unas islas Malvinas libres y británicas.