Los actores
General Ludwig Beck: Beck, un anciano sabio y experimentado, ostentaba el cargo de jefe del Estado Mayor alemán, el cargo más alto del cuerpo de oficiales de todo el ejército. Adquirió fama en Alemania al manejar con destreza la humillante retirada de noventa divisiones del frente occidental al final de la Primera Guerra Mundial.
La verdad desnuda: Durante el período de entreguerras escribió la obra fundamental sobre táctica militar.
Méritos: En 1938, en un arrebato de honor prusiano, dimitió como protesta por las maniobras agresivas de Hitler contra Checoslovaquia. Fue el único que lo hizo.
A favor: Fue el cabecilla del grupo anti Hitler.
En contra: Tenía el aspecto del anciano antipático que en la calle siempre asusta a los niños.
Coronel Klaus Schenk Graf von Stauffenberg: Descendía de una larga saga de líderes militares, lo que significaba que sus antepasados habían invadido prácticamente todos los países de Europa, y ostentaba el título de Schenk (que significa «copera» y que, mira por dónde, era un título importante). El joven coronel, que era el jefe del Estado Mayor del Ejército de Reserva, despreciaba a Hitler y fue el que realmente hizo estallar la bomba el 20 de julio.
La verdad desnuda: Gracias a su alta figura y a su noble estampa, era uno de los soldados más famosos de Alemania.
Méritos: Héroe de guerra muy condecorado, que perdió un ojo, un brazo y dos dedos en una batalla en el Norte de África a las órdenes de Rommel.
A favor: Estaba muy motivado para matar a Hitler por cuestiones morales.
En contra: No hay que apostar nunca por asesinos con tres dedos.
General Friedrich Fromm: Este rechoncho general ostentaba el aletargado cargo de comandante del Ejército de Reserva, lo que le puso al frente de las tropas que, dentro y fuera de Berlín, iban a tomar el control de la ciudad una vez que Hitler hubiese muerto.
La verdad desnuda: Primero apoyó el golpe, luego, no; comió más schnitzel, cambió de opinión otra vez y luego no se acabó de decidir. Desde luego no podía decirse que tuviese fibra.
Méritos: El corpulento comandante creía que él era especial porque defendía Alemania de antiestéticos y desnutridos trabajadores extranjeros.
A favor: Al menos llevaba un arma a la oficina.
En contra: Ejecutó cobárdemente a los conspiradores para salvar la piel.