Año 1932
Algunos países nunca han ganado una guerra. Podría decirse que habitan en la categoría de perdedores de la historia.
Para ellos, la forma de salir de esta categoría es derrotar a alguien. Quien sea. Pero lo que no comprenden es que derrotar a otro perdedor no les sitúa a ellos en la categoría de los vencedores, sino que simplemente les eleva alguna posición en la categoría de los perdedores.
Dos países miembros de la categoría de los perdedores son Paraguay y Bolivia. Paraguay había combatido en la desastrosa guerra de la Triple Alianza, mientras que Bolivia sufrió una aplastante derrota durante la guerra del Pacífico, y ambos países acabaron en la pobreza y además sin acceso al mar. Tras mucho meditar, se les ocurrió que el único camino para entrar a formar parte del círculo de vencedores de la historia era vencer al otro perdedor. Estuvieron durante décadas rondándose y se prepararon para la batalla —lo que en sus tradiciones militares significaba que se prepararon muy poco—. En 1932, ninguno de los dos siquiera se aproximaba a lo que se entiende como estar listo para la batalla, pero parecía como si la misma historia los hubiese condenado a luchar. Esta guerra se convirtió en la batalla más sangrienta del siglo en América del Norte y del Sur.
Al final no se ganó ni perdió nada, excepto un montón de vidas y dinero.