¿Qué sucedió después?
Hitler escapó a una granja de las afueras de la ciudad, donde fue rodeado al cabo de un par de días como un vulgar criminal. La herida que Goering recibió en Odeonplatz le condujo a una adicción a la morfina que lo atormentaría hasta el fin de sus días. Unos soldados simpatizantes dejaron salir a Himmler y su bandera, junto con la mayoría de los soldados golpistas, por la puerta trasera del Ministerio de Defensa cuando Rohm se rindió. Rohm fue separado del ejército, enviado a prisión y luego a Bolivia como consultor militar para su gobierno de tendencia fascista.
Ulrich Graf, el guardaespaldas que le salvó la vida a Hitler, no llegó a formar parte del círculo más íntimo de Hitler después de salir de prisión.
Todo el asunto fue minimizado por los tribunales y Hitler y su círculo recibieron una condena de diez meses que pasaron tranquilamente en la prisión de Landesberg, un cómodo castillo. Allí el dictador putativo aprovechó para finalmente anotar sus pensamientos acerca de cómo apoderarse del mundo en un libro titulado Mein Kampf.
Hitler y sus secuaces finalmente consiguieron un amplio éxito utilizando sus viles mensajes para seducir al único poder en Alemania que podía evitar que llevasen a cabo sus diabólicos propósitos: el alto mando del ejército alemán.