Sólo se consideró la prohibición de las drogas, no los beneficios
A raíz de las fuertes demandas sociales a favor de la ampliación progresiva del campo de cobertura de las demandas de prestaciones sanitarias y educativas, pero no únicamente, se ha terminado desembocando en una generalización de las prestaciones. En definitiva se ha aceptado un sistema cerrado para la dotación de ingresos pero abierto a cualquier cobertura.
Esa situación ha provocado el despegue de las nuevas políticas de prevención. Su desarrollo lo exigían las demandas sociales, pero eran inevitables para romper el círculo vicioso de una demanda creciente frente a una oferta limitada. Es una estrategia que requiere una reconsideración global de las estrategias de dotación social.
—¿Cuáles son los pasos que van a producirse para hacer frente a una demanda social para la que no se han previsto dotaciones? —fue la primera pregunta formulada por Alicia a sus amigos científicos. El primero en contestarla fue David Nutt, que se había incorporado al grupo un día antes pero que prefirió esperar el momento en el que su intervención fuera inevitable. ¿Por qué? David había sido presidente del llamado Scientific Committee on Drugs del Reino Unido, encargado de vigilar la evolución de las razones que justificaban el cambio de la legislación en las drogas. Hasta que un político decidió cambiarlo por navegar demasiado cerca de la verdad.
—Hasta ahora, para la mayoría de las drogas sólo nos hemos centrado en los peligros, sin considerar nunca los beneficios potenciales. Si suponen algún peligro, sencillamente deben prohibirse, aunque ello provoca dos consecuencias. Por un lado la gente buscará drogas alternativas para sortear la ley, y por otro se obstaculizará la investigación.
—¿Nos puedes dar un ejemplo de esa afirmación? —le preguntó el doctor B. L.
—Por supuesto —contestó el aludido sin dudarlo un segundo—. Cuando se descubrió el LSD, se utilizaba mucho para comprender cómo funcionaba el cerebro. A raíz de la prohibición de su uso se paralizó la investigación, así que durante cincuenta años no hubo investigación sobre este tipo de droga.
—Hoy tengo entendido que pensáis que debiera situarse por debajo de la frontera de lo peligroso —sugirió el doctor B. L.
—Es cierto, pero es muy difícil conseguir que un Gobierno acepte esto. Y sin embargo, es complicado pensar en otras formas de ahorro mediante políticas de prevención. En Gran Bretaña se gastan hoy en día ochocientos millones de euros al año en criminalizar a los jóvenes que consumen cannabis: ¡ochocientos millones de euros, qué despilfarro!
El murmullo de los allí reunidos fue general.
—Se olvida —prosiguió David Nutt— que todas las drogas que consumimos actúan sobre las sustancias químicas que ya están en nuestro cerebro. La heroína imita las endorfinas, que son analgésicos naturales; el cannabis imita la anandamida, un compuesto químico natural del cerebro; la cocaína libera dopamina. Todas las drogas actúan sobre los sistemas cerebrales habituales. Estos sistemas regulan funciones importantes. Algunos regulan la atención. Otros el afecto.
—¿El afecto? —preguntó Alicia.
—¿Has estado enamorada? Cuando la gente lo está suele hacer lo mismo que los drogadictos: son capaces de recorrer miles de kilómetros para conseguir lo que más desean, a la persona que quieren. Lo aguantan todo. Muchas toxicomanías tienen que ver con procesos naturales por los que se vinculan entre ellos los humanos; en el caso de las drogas, se vinculan a determinados compuestos químicos en lugar de a los humanos —expuso David Nutt—. Es uno de mis retos en lo que me queda de carrera, que se vuelvan a investigar esas drogas, porque estoy casi seguro de que el éxtasis es una droga muy útil para las personas con trastornos provocados por el estrés, estrés crónico. La psilocibina, una sustancia alucinógena, es útil contra las migrañas. También estamos desarrollando un estudio sobre la depresión resistente. Y como ya he dicho, el LSD es muy útil para tratar a pacientes moribundos, les ayuda a enfrentarse a la trascendencia de la muerte. Creo que nos iría mucho mejor si pudiéramos enfrentarnos a la muerte con algo más de ecuanimidad, entendiendo mejor lo que está sucediendo.