El impenetrable silencio de lo que nos pasa por dentro
Alicia era bella, sí, más bien pequeña y delgada, pero ¿de qué color eran sus ojos? ¿Habían cambiado con el transcurso de los años? Nadie sabía si ya tenía la vista cansada o si llevaba por ello gafas. Los lectores tienen derecho a saber algo más que el puro ritmo de los latidos de su corazón, como el perfil de su sexo, tan codiciado por sus primeros y contados amantes: siempre fue extremadamente limpia y escrupulosa pero, al contrario de la gran mayoría de las mujeres incorporadas a la vida moderna, no se había preocupado por afeitar su vello o cuidar el tamaño visible de su clítoris. ¿No le preocupaba la estampa de su sexo con las piernas abiertas de par en par? A los que la quisieran de ahora en adelante no quería esconderles lo que otros siempre consideraron sus interioridades más recónditas.
La verdad es que el traslado de grasas característico del cuerpo de la hembra con la edad había iniciado su curso también en el caso de Alicia. Sus pechos ya eran flácidos, y una parte considerable de su grasa, otrora seductora, se había refugiado en las caderas. La propia Alicia apenas era consciente de este proceso, un proceso que, atávicamente, la hembra había intentado siempre ocultar para no delatar su edad antes de tiempo.
Paradójicamente, la distribución diferencial de grasas entre hombres y mujeres había marcado una diferencia artificial; los primeros siempre fueron conscientes de que la belleza aumentaba con la edad, porque los activos almacenados en el cerebro tenían cada vez más valor, algo que las mujeres se negaban a aceptar porque nos engaña la sociedad.
En la mente de Alicia estaban claras dos cosas a la hora de hurgar en el futuro: en primer lugar, era imposible que el conocimiento necesario se abriera paso sin dosis abundantes de entretenimiento, y eso iba a requerir, cada vez más, un mayor conocimiento de las peripecias del cuerpo; en segundo lugar, los canales de penetración en la mente popular serían las redes sociales asentadas en el lenguaje digital. A partir de ahora no habría conocimiento sin entretenimiento; en cuanto a las neuronas, lejos de agotarse en las conexiones internas, recurrían ya al entramado de millones de redes sociales en el exterior. Pero la soledad seguiría llenando casi todos los resquicios del corazón de la gente.
El entramado de este poder sentimental se sustenta en el conocimiento nuevo, recién asimilado para poder sobrevivir. Se trata del cimiento de la vida, que tiene poco que ver con el origen y final de la creación, y todo que ver con las políticas hasta ahora abandonadas de la soledad, el estrés, la tristeza, la prevención y las discapacidades mentales. Todo ello sólo es factible recurriendo a la nueva ciencia de la gestión emocional.