El gran éxodo de la realidad
Si se pregunta a cualquier joven cuántas revoluciones tenían los discos de sus padres, seguro que ni uno solo sabría que eran 33. Lo más normal en aquellos tiempos era disponer de aceite de ricino, cafiaspirina, mentolato, leche de magnesia, tiras de hilo atrapamoscas… Era muy raro tener televisión en casa y ya no digamos tarjetas de crédito. ¿Alguien se acuerda de los primeros coches Studebaker?
Un salto no menos singular se dio en la evolución de la psicología. Hubo que esperar a la década de 1960 para que pudiera constatarse la importancia de que las conexiones entre las distintas neuronas no se hicieran todas mal desde el comienzo. Si no se consiguen eliminar, los errores neuronales cometidos en las primeras fases del desarrollo dejan el cerebro expuesto a anomalías como el autismo u otros trastornos.
Para sus estudios sobre la teoría neuronal, el histólogo y premio Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal utilizó un colorante que, al aplicarlo sobre los tejidos muertos de cerebros diseccionados, le permitía visualizar dichas conexiones al microscopio. Hoy en día, la ingeniería genética permite marcar las neuronas con proteínas fluorescentes de diferentes colores para visualizar, como si se tratase de un jardín multicolor, las conexiones neuronales de los especímenes vivos.
Los neurocientíficos más deterministas aceptan el que prácticas como hacer ejercicio físico, ciertas formas de asesoramiento psicológico y la meditación pueden conseguir que se establezcan nuevas conexiones neuronales adecuadas, justamente, para mejorar el comportamiento prosocial y creativo, como son la empatía, el altruismo y la bondad.
Investigadores de la Universidad de Washington han descubierto, usando una técnica llamada magnetoencefalografía, que las diferentes redes neuronales del cerebro se comunican a distintas frecuencias para evitar el colapso de los sistemas. Es como si el cerebro humano fuese equivalente al conjunto de emisoras de radio de una ciudad, emitiendo a distintas frecuencias para no interferirse mutuamente. Pero ¿y si por motivos inesperados todas las radios emitieran de pronto en idéntica frecuencia, sumiendo a las redes en el silencio indescifrable del excesivo ruido?