Asumir que cualquier tiempo pasado fue peor
A mucha gente le cuesta aceptar que cualquier tiempo pasado fue peor, pero lo contrario consistiría en cuestionar que los dinosaurios no estuvieron más preparados para sobrevivir que los trilobites; que muchas de las aves tenían mayor capacidad cognitiva que los dinosaurios, o que los graduados de la Universidad de Harvard no están mejor preparados para predecir el futuro o interpretar el pasado que la mayoría de las aves. Cualquier tiempo pasado fue peor.
Y si no, que venga quien sepa hacernos olvidar la espantosa fotografía de la niña de ocho años sacrificada a los dioses a mediados del siglo XVIII para que lloviera en el norte de Chile.
Hasta hace diez mil años, todos los humanos vivían como cazadores-agricultores sin que hubiera Gobiernos. Es el psicólogo Steven Pinker, de la Universidad de Harvard, quien con mayor detalle ha explicado el declive paulatino e inesperado de la violencia, al tiempo que aumentaba la empatía cuando nadie lo esperaba.
Hasta hace muy poco tiempo se consideraba que el período de hace diez mil años era el de la armonía primordial. Pero el arqueólogo Lawrence Keeley demostró, aduciendo las tasas de mortalidad violenta de los actuales aborígenes cazadores-agricultores —el índice más fiable de todos los existentes—, que la realidad histórica estaba sugiriendo lo contrario.
Si la tasa de muertes violentas de entonces hubiera prevalecido en el siglo XX —incluidas las dos guerras mundiales—, se habrían producido dos mil millones de muertes, en lugar de cien millones tal y como ha habido. Como señala el propio Pinker, la cultura de entonces era atroz. «No dudes en matar a los humanos, incluidos los niños; si encuentras alguna mujer virgen, guárdala para poder violarla más tarde», se podía leer en algunos escritos antiguos. También en la Biblia puede comprobarse que la pena capital era legal para castigar la homosexualidad, el adulterio, la blasfemia o el simple hecho de responder a los padres.
La verdad es que la historia pura y dura cuenta el declive de las sanciones que castigaban las distintas formas de violencia. La infracción que se castigaría hoy con una simple multa exigiría en aquel tiempo la mutilación de la lengua, o de otros órganos como las orejas, las manos o los ojos. La pena de muerte era el castigo impuesto por hechos no violentos como criticar al rey o robar un trozo de pan. Cualquier tiempo pasado fue peor.