Quiéreme, como se quiere por primera vez, quiéreme, quiéreme, para los restos de la vida.
Como si se tratara de un coro rociero, fue subiendo el nivel del canto a medida que los presentes percibían, por primera vez, el secreto del milagro: tres mariachis y una novia mexicana cantando una sevillana. El rumor de que María y Angélica tenían antecedentes gitanos corrió como un reguero de pólvora; eso es lo que había inspirado aquel tipo de fiesta y no otro, en consonancia con la abundancia de genes mestizos en aquella celebración.
Alicia se quedó absolutamente prendada de los ojos negros del mariachi, de su voz, tan sensual, y de sus movimientos, provocativos a conciencia. Su mente rechazaba a ese tipo de hombre, tan primario, tan evidente, pero sus instintos y una emoción que no sabía controlar la obligaban a mirarlo una y otra vez, algo de lo que él era plenamente consciente. Alicia se sentía desconcertada, sorprendida de sus reacciones. El juego de seducción duró toda la noche, y el sol los descubrió envueltos en besos y caricias. Ella nunca había sentido esa pulsión de sus instintos. Su relación con Julio, su marido, era otra cosa. Su vínculo con Luis había sido mucho más intenso, más profundo, una comunión de cuerpo y mente. Pero distinto a esto. Y sus otras relaciones con hombres habían sido para ella meras descargas, encuentros efímeros. Por eso, aquella intensidad física la desconcertaba: no podía dominarla.
Sin embargo, el mariachi no era hombre de una mujer. Sus ganas de dominar, de subyugar, de sentirse admirado superaban la atracción que sentía por Alicia. Hubo otras mujeres, bastantes más. También hubo violencia, mucha, física y mental. Violaciones y maltratos. Tiempo habrá más tarde de volver sobre ello. Al cabo de un tiempo, tocada y casi hundida, Alicia, con toda la pena del mundo habitando sus noches, regresó a su soledad. De nada valieron las promesas y los ruegos de aquel hombre hecho para ser admirado, deseado y obedecido. Un hombre que jamás se dejaría retener. Y que no cambiaría. Nada más lejos de lo que Alicia necesitaba.