Saludos y despedidas
Emitido el 30 de junio de 2005
Hoy es el último programa. Esta noche despedimos la temporada. La verdad es que, a mí, las despedidas nunca me han gustado. Yo me llevaba a mi madre al trabajo para no tener que despedirme de ella. Hasta que mi jefe me despidió a mí.
Es que las despedidas siempre son un momento complicado. Yo nunca sé cuándo tengo que dar la mano y cuándo dos besos. Y no hay nada peor que estar a medio camino de darle un beso a una tía y que ella te dé la mano. Te hace sentir como un calentorro degenerado.
Además, ahora también se ha puesto de moda darnos besos entre los hombres, aunque algunos piensen que con eso se pone en peligro a la familia. Quien más se ha beneficiado de esto es el señor Gillette. Claro, cualquiera sale ahora sin afeitar. Si besar una barba pincha, ¿eh, chicas?, imagínate dos barbas ahí, rozándose. Bueno, o te quedas sin mejilla o te quedas enganchado como si bailaras un tango.
En función de la profesión que tengas te despides y te saludas de diferentes maneras. Los actores, por ejemplo. Siempre se saludan dándose piquitos en la boca. Ellos lo tienen muy normalizado. Ayer abrí la puerta del camerino y vi a dos actores despidiéndose… Por lo menos hasta el año que viene, porque con las lenguas se tocaban las campanillas. Yo soy de otra generación. A mí me dan un piquito y les pido en matrimonio. Me excito mucho y se me nota. Qué le voy a hacer, estoy mal educado sexualmente. Al ir a un colegio de curas… Aunque allí no daban besos en la boca, al menos que yo lo viera. En mi colegio no hubo nada, si no se lo diría. Ya saben que yo no escondo nada. A lo que iba, que a mí me dan un piquito y me pongo. Debería hacer como un amigo mío, que está delicado del corazón y el médico le recomendó que no hiciera nada que le excitase. Ahora sólo besa a su mujer.
Otros que se despiden de manera diferente son los militares: «¡A sus órdenes!» (hace el gesto del saludo militar). En la mili, a mí me costó mucho cogerlo. Un día me crucé con un militar y le dije: «¿Qué pasa, pavo?». Y el tío: «Pero ¿es que no sabes saludar? ¿No has visto los galones?». Y yo: «Ah, perdón. Pensé que era el de la Citroen».
Los que no soporto son los que saludan dando la mano floja. Parece que estrujes un paquete de salchichas Purlom. Aunque mejor que los que aprietan demasiado: «Encantado, mfgg…». Dicen que es una muestra de seguridad. Sí, de seguridad en que te van a romper la mano. A mí, una vez me apretaron tan fuerte la mano que llevaba tres anillos y se fundieron en uno. De hecho, me hice una pulsera.
Las fiestas son un peligro para los saludos. Sobre todo, si es de gente enrollada y no conoces a nadie: «¡Bien venidos a la fiesta esquimal. Tenéis que saludaros restregando las narices!». Me acuerdo que iba con Santi Millán y lesionó a media fiesta. Con esa tocha que tiene… Además, un saludo así no es higiénico. Por eso los esquimales no son una potencia mundial. Se pasan los días constipados. Bueno, por eso y porque no se pueden hacer iglús apareados.
O aquéllos que cuando los saludas te pegan un repaso que ni los del CSI. Te están dando la mano y, al mismo tiempo, haciéndote un reconocimiento de pies a cabeza: (mira de arriba abajo con cara de asco). «Hola, ¿qué tal?». Y te van escaneando. Y tú: «¿Ya está o quieres una muestra de orina?».
Pues nada, será mejor que deje la despedida para el final del programa. Tan sólo agradecerles que cada noche hayan tenido la paciencia de escuchar mis neuras. Ahora, mis neuras son también las suyas. Ustedes son el mejor psicólogo que cualquiera pueda tener. Y, desde luego, más barato.