Los calentones

Emitido el 31 de marzo de 2005

Ningún vídeo había despertado tanto interés desde el de Pedro Jota y su picardías rojo. Obviamente, estamos hablando del vídeo sobre el 11-M que ha editado la FAES, la fundación que preside José María Aznar. Qué manera de complicarse la vida… En vez de hacer como todos los jubilados: mirar obras y grabar un vídeo de su nieto, Agag Júnior… Aunque, pensándolo bien, eso de grabar a Agag… más que el vídeo de la FAES, le hubiera salido el vídeo de los FEOS… Me imagino a José Mari montándolo en su casa con dos pletinas: «Y ahora le doy al play-rec. Aquí, la voz en off tiene que decir que todo es una conspiración judeomasónica».

Hay que entender a José Mari. Todo esto no es más que un calentón. Un calentón que le dura más de un año, pero un calentón al fin y al cabo. Vamos, un recalentón. Además, tampoco son los únicos calentones que se graban. En Internet he visto algún que otro calentón grabado que también… Cuando te cabreas así, es mejor sacarlo de alguna manera. Porque si no, se te acumula la rabia dentro (se señala la barriga). ¿Por qué se creen que Fernando Fernán Gómez está hecho un pincel? Porque lo saca todo. Le preguntas: «¿Ala o pechuga?». Y él: «¡Ala, ala, a la mierdaaa!».

Pero hay situaciones que a muchos nos hacen perder los estribos. En la cola de la panadería, por ejemplo. Cuando delante de ti hay una de esas señoras pesadas: «Déme una baguette, que no esté muy doradita, eh…». Y la pobre dependiente: «¿Ésta?». «No». «¿Ésta?». «No, la de al lado. No, ésa no, que está un poco…». Y la vena del cuello se te va hinchando como la de la Patino. Que al final quieres gritarle a la pobre mujer: «¡Ésta sí, ésta no. Esta baguette me gusta, me la como yo!». «Por favor, señora, decídase ya. Estamos hablando de un trozo de pan, no del futuro de un país». Lo que les decía, un calentón.

Y lo peor. Cuando estás en medio de uno de estos cabreos discutiendo con alguien y no te salen las palabras. Claro, como no estás acostumbrado, te pones nervioso: «¡Co-como me vuelva a decir eso, le voy a… le voy a…!». «¿Me vas a qué?». «Cuando me lo vuelva a decir, ya… lo decidiré».

Los calentones tienen su miga. Hay incluso un superhéroe: la Masa, un tío que, cuando se cabrea, le salen superpoderes. Aunque, tratándose de un superhéroe, tampoco es que sea muy práctico, que digamos: «¡Increíble Hulk, sálvanos! ¡Se acerca un meteorito que va a destruir la Tierra!». Y la Masa, pasando. Claro, porque eso te asusta, pero no te cabrea. Para que salve la Tierra tienes que picarlo: «¿A que no sabes lo que te ha dicho el meteorito? Que más que la Masa, pareces el Gigante Verde anunciando guisantes». Entonces, sí. Revienta la camisa de Emidio Tucci y envía el meteotito a tomar por culo.

En cambio, hay otros que nunca pierden los nervios. Más que calentones, esta gente tiene «refrescones». Nunca les he visto perder los papeles: «Oye, que se te acaba de llevar el coche la grúa». «Mejor, así visito el depósito municipal, que nunca lo he visto». Tienen sangre de horchata y, en vez de corazón, una chufa gigante.

Hay calentones históricos. Por ejemplo, lo de Aníbal invadiendo el Imperio romano. Seguro que fue un calentón:

«¡Me han devuelto mal el cambio y me han timado unos sestercios! Me cago en…». Y, claro, se subió a lo primero que pilló (un elefante) y pa’ Roma a recuperar unos sestercios. Por eso le llamaban Aníbal, Rey de los Unos (sestercios).

En caso de calentón, lo más aconsejable es morderse el labio para no saltar. Me consta que, con lo de Aznar, Mariano Rajoy se está mordiendo mucho el labio… Y la lengua.