Pedir perdón

Emitido el 17 de mayo de 2005

Aún colean las celebraciones por el título de Liga del Barca. Eto’o igual no se lleva el «trofeo Pichichi», pero el «trofeo cagada» se lo lleva por goleada. Aunque yo creo que era una forma cariñosa de saludar. Según el tono, no es ofensivo: «¿Qué pasa, cabrón?». Hay gente que lo usa con todo el mundo: «¿Qué pasa, cabrón?». «Pues pasa que se ha saltao un stop y ha insultao a un policía. La has cagao, listo».

Realmente, Eto’o se equivocó. Pero, como mínimo, ha pedido disculpas. Ha dicho: «Lo siento. He escupido en un plato en el que he comido». Tampoco sería una imagen muy afortunada… Hoy, en el bar, ya me han preguntado: «¿Cómo va a querer la ensalada? ¿A la vinagreta o a la Eto’o?». Lo cierto es que los futbolistas, de escupir, saben bastante. Se pasan todo el partido escupiendo. Cuando los veo hablar, siempre pienso que, en algún momento, se pondrán a escupir: «Dedico este triunfo a (simula que escupe) toda la afición (se tapa un agujero de la nariz y expulsa)». Yo, en su lugar, iría por el campo corriendo de puntillas: (se pone de puntillas). «Pásala. Si quieres, ¿eh?».

Pedir perdón es como fumar marihuana: te quedas a gusto, pero se puede convertir en un vicio. Hay gente que se pasa la vida jodiendo a los demás. Como luego piden perdón, pues ya está: «¡Un, dos, tres, salvado!». Aunque, para perdones históricos, el de Jesucristo: «Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen». Hay que tener mucho aguante… Él ahí, puteao, y los otros dándole con la lanza. Y Él: «Me aguanto porque quiero. Que os puedo mandar un rayo y…». Cualquier otro no se lo habría tomado así, seguro: «Romano, como te pille… te voy a meter la túnica por donde te quepa». Un latino hubiese reaccionado distinto. Y ya si es español: «Quita de ahí la lanza, que te pego una que…».

De todas formas, si te puedes escaquear, mejor no tener que pedir perdón. Por ejemplo, cuando llamas por teléfono y te equivocas. Yo soy de los de: «Me parece que se equivoca, eh». Y tardo un nanosegundo en colgar. Sé que da mucha rabia, pero no puedo evitarlo. Es instintivo. Yo creo que Bruce Lee aprendió kárate así: «Se equivoca. (Cuelga como un karateca). ¡¡Kiaü!!».

Hoy en día pedir perdón está chupado. No tienes ni que decirlo. Mandas un SMS y punto. Más de uno ya tiene las disculpas guardadas como plantilla en el móvil: «Gracias», «OK», «Felicidades», «No volverá a pasar. Estaba borracho. Sólo fue sexo. Yo te quiero a ti»… Me acuerdo que le envié uno a mi chica que decía: «Lo siento. Te prometo que es la última vez». Y me salió el mensaje: «Esta abonada ha cambiado de novio».

Para algunas religiones, pedir perdón es muy importante. Para el cristianismo, sin ir más lejos. Qué gran invento el confesionario… ¿Qué has hecho algo malo y quieres pedir perdón? Te metes en un confesionario y lo largas todo. Sales como nuevo, totalmente arrepentido. Y, además, con el reloj de oro que acabas de mangar en el metro.

De pequeño, me daba mucha rabia porque mis compañeros tenían muchos pecados para confesar y yo no. Como era un pardillo, no hacía nada malo. Al final, como no tenía pecados, me los inventaba. Me acuerdo que una vez confesé: «Padre, hoy he tenido pensamientos impuros». Y me dijo: «Por mí, como si te la meneas. Yo soy el ebanista y he venido a arreglar el confesionario». Ahí perdí la fe. Nunca sabes a quién le puedes estar contando la verdad.