La radio

Emitido el 24 de febrero de 2005

Acaba de salir un estudio que asegura que el 18% de los españoles sufre de insomnio. La verdad es que reconforta porque, a veces, dudas que a estas horas nos vea alguien. Como mucho el que hace la Teletienda, que está esperándonos para entrar, con todos los trastos: el Abdominazer, las sartenes antiadherentes, la cama hinchable… «Sí, amigos. Me tenéis hasta el pump and sealde esperar».

Yo también tengo problemas de insomnio y por eso estoy enganchado a la radio nocturna. Me encantan los programas de preguntas y respuestas. Aunque lo cierto es que mucha lógica no tienen. Si yo fuera el presentador cogería las llamadas y siempre diría: «A mí qué me cuentas, búscalo en el Google». En uno de estos programas se originó un apasionante debate: «¿Cómo se pone correctamente un supositorio?». Sí, sí. Un supositorio, que no tiene más. No estaríamos hablando de tecnología digital. Bueno, o sí… El tema se alargó varias noches. Decenas de llamadas, expertos, médicos, usuarios, algún vicioso… Si hasta me entraron ganas de endosarme uno, pero me encontraba bien de salud y es tontería.

Luego están los programas de confidencias: «Soy camionero, tengo tres hijos, una familia cojonuda, pero hay una pareja de la Guardia Civil que me hace tilín. ¿Qué hago?». ¿¿¿Que qué haces??? Para empezar, para el camión. Y luego… coño, tío, no nos transmitas tu problema, que son las tres de la mañana y estoy intentando olvidar los míos. Y la presentadora: «Bueno, si hay alguien que tenga tu mismo problema, que llame y te oriente». ¡¡Y resulta que hay más camioneros con el mismo problema!! Claro, así están. Que a la mínima te vuelcan la fruta en la carretera.

Estos programas son muy peligrosos si los escuchas en la cama junto a la parienta: «Odio el pijama de felpa de mi novia. ¿Es normal?». Y, claro, te entran unas ganas locas de llamar: «A mí también me pasa…». Y la locutora: «¿Puede hablar un poco más fuerte?». «Que a mí también me pasa…». «Perdón, pero es que no le oímos». «¡¡Que el pijama de mi novia es una horterada y me pone menos que Camilla Parker en bowlas!!». Aunque luego está el que no tiene manías. Le preguntan: «¿Tu novia grita mientras le haces el amor?». Y él: «Por suerte, no. Así puedo escuchar "El larguero"». Es que, a la mínima, la gente aprovecha para hacer cada confesión que cuesta de creer. Por ejemplo, uno llamó para confesar que había disfrazado a su perro (que era cojo, recuerdo el detalle) de conejito de Duracell: «¡Con pilas y todo, eh!». Esa noche, en lugar de contar ovejitas, conté perritos cojos. Y, claro, me dormí a las seis.

Aunque no sé qué es peor, si los programas para gente con problemas o los programas que quieren desmarcarse y te hablan de historia. Te obligan a estar concentrado y te desvelas: «En 1922, el investigador Howard Cárter descubrió la tumba de Tutankamón…». Y tú ya estás con la neurona hecha polvo: «Bueno, yo me voy a dormir ya, ¿eh?». Y coge la neurona y se pone el pijama. Y tú: «No, no, espérate un momento». Que piensas: «¿Tutankamón? ¡Y Tutankabrón, que me tienes en vela!».

O esos anuncios, cuando estás calentito en la cama, con este frío, que no te levantas ni que te reviente la vejiga: «No lo pienses, no lo pienses…». Y cuando lo tienes controlado, escuchas en la radio: «Whisky Doble Uve». Y doblas el pasillo cagando leches para ir a mear.

Pese a todo, reconozco que es un vicio. Yo seguiré enganchado. Saldré del plató, conectaré la radio: «Hoy, las caras de Belmez», y empezaré a preocuparme. Tengo una mancha de humedad en mi baño que tiene la cara de Jiménez Losantos y no se va por mucho que la limpie. ¿Fruto de mi imaginación? No, es el poder de la radio.