Los ordenadores

Emitido el 19 de mayo de 2005

La elección del nuevo presidente del Parlamento vasco continúa estancada. Ya llevan siete votaciones y en todas han empatado a 33. Más que un parlamento, parece la consulta del médico: «Diga treinta y tres». Y todos: «Treinta y tres». Y los del Partido Comunista de las Tierras Vascas: «Treinta y cuatro». Por llevar la contraria… Hasta el lunes no vuelven a votar, pero todo apunta a que volverán a empatar. Esto empieza a ser «El Día de la Marmota». En euskera: «El Día del Marmitako». Deberían encerrarse, como en El Vaticano. Y hasta que no escojan a alguien… «de aquí no sale ni Dios». Y fuera, todos: «¡Ahí va la hostia, fumata fucsia!». Porque el humo vasco es del color que a ellos les da la gana.

Los que estos días están de enhorabuena son los de Microsoft. Hace veinte años que salió al mercado el sistema operativo Windows. (Se escucha la música de inicio). Por cierto, estamos ya un poco hartos de esa dichosa musiquita. Si al menos le pusieran letra. No sé, algo así como: (cantando). «Bien venido al curro, pringao».

Hace veinte años, los ordenadores eran de chiste. De entrada, se llamaban computadoras. Y hasta la tostadora tenía más memoria. Pero como éramos unos ignorantes, colaba: «Dame un Spectrum. Y las 64 KAS, a poder ser, de naranja…».

Los más jóvenes seguramente no lo recuerden, pero antes, los programas informáticos se cargaban en cintas de cassete.

Tú ibas a la gasolinera y te podías comprar una cinta de Chiquetete, los mejores chistes de Arévalo y el Photoshop 2.0. Lo que pasaba es que muchas veces fallaba y no se cargaba bien. Ponías la cinta y hacía aquel ruido, como de fax: rrrrr-rriiiiiiiññfiuuuuu. Claro, ahora la juventud tiene el ADSL, pero nosotros empezamos con el «A veces lee, a veces no lee».

Con la informática han nacido conceptos nuevos. Como «banda ancha». Cuando lo oigo, siempre me imagino a una miss entradita en carnes: «Miss Ancha es Castilla».

La verdad es que la informática es un adelanto, pero da muchos disgustos. ¿A quién no se le ha borrado un trabajo entero justo antes de entregarlo? Que te quedas blanco, mirando la pantalla y pensando: «Si lo hubiera hecho a boli estaría encima de la mesa. Con tachones y manchurrones, pero encima de la mesa. Pero no, lo he perdido todo». Además, ¿adónde van a parar todos los trabajos que se borran sin querer? ¿Al purgatorio de los trabajos? Debe de estar santo Job de vigilante: «Otro pringao pa’septiembre». Y los trabajos: «¿Tú de qué eres?». «De biología». «¿Y de qué palmaste?». «De un corte de luz». «¿Y tú?». «Yo soy la primera novela de Julián Muñoz. Me suicidé con un virus. Por el bien de la humanidad». Era un trabajo mártir.

Y si no se lo carga el ordenador, viene el técnico informático y lo remata. Son como los mecánicos de coche. Empiezan a hablar y no entiendes nada: «Pues te he puesto un procesador veinte megahercios, te he cambiado la placa base, las interfaces, te he revisado la memoria caché y te he reformateado el disco». Y tú: «Muy bien. Y las fotos, ¿en qué archivo las ha dejado?». «¿Qué fotos?». ¡Se las había cargado todas! Y encima es culpa tuya: «Claro, si no haces una copia de seguridad…». Que le dirías: «¿Y usted tiene una copia de su cara? Por su seguridad».

Como dice mi amigo Ramón: los ordenadores son como las parejas, siempre hay alguien que tiene una mejor que tú. Por eso, a los pocos meses ya estás pensando en cambiar. Y al ordenador también.