Los exámenes

Emitido el 8 de junio de 2005

En muchas comunidades autónomas, hoy ha empezado la selectividad. Si esta mañana han visto por la calle a chavales con los ojos rojos, la cara pálida y con ausencia de higiene en algunos casos… no son zombis con mochila, son estudiantes… Estudian de noche y, para mantenerse despiertos, se hinchan a pastillas, tabaco, café… Vamos, que entra su madre en la habitación y están así: «¡Qué pasa, Nang!». Más de uno se podría colgar un cartel que pusiera: «Este individuo es un medicamento. Leer las instrucciones de abuso. En caso de duda, consultar con su camello». Y es que los pobres están tan agobiados que ya no pueden ni pensar. El otro día, en una encuesta por la calle, a uno le preguntaban: «¿En qué rama quieres estudiar?». Y él: «No, yo en un pupitre, como todos».

Eso sí, siempre que hay exámenes hay tramposos. Hoy, sin ir más lejos, los Mossos d’Esquadra han descubierto que se han robado exámenes y tests de ingreso. Las preguntas ya circulaban por Internet: «¿Cómo hay que pedir la documentación?, a) Enséñeme los papeles, b) Enséñeme las pápelas, c) Enséñeme las paperas». Suelen poner una para despistar. Por cierto, este delito tiene tela: un tío que roba para ser policía. ¿No se habrá equivocado de profesión? No se veía un caso igual desde Antonio David Flores. Tampoco quisiera fomentar la desobediencia, pero si un día te para un mosso, le puedes decir: «¡Anda, calla, que tú también has robao!».

Claro que yo también hacía trampas. Lo reconozco. Suspendí gimnasia porque tenía que hacer el pino y me pillaron copiando al de al lado, que estaba saltando al potro. Un desastre. Me acuerdo de un profesor que siempre me decía: «No tienes que aprenderte las cosas de memoria, tienes que razonarlas». Desde entonces, no ligué nunca más. Cuando una chica me daba su número de teléfono e intentaba aprendérmelo, le preguntaba: «¿Y por qué 656 y no 737?». Y ella: «¿Y por qué no se lo preguntas a tu madre?».

Lo de estudiar, ya hace tiempo que tendría que estar superado. Debería funcionar como en la peli Matrix, que te enchufaban a una máquina y lo aprendías todo en un minuto. Ahora, por ejemplo, con los que se presentan a la selectividad: «Quiero saber todo BUP y COU». Y te enchufas el cable en el cogote: «Fffff…». Y ya está. Sería muy práctico: ¿carnet de conducir? «Fffff…». ¿Las 10 000 recetas de Arguiñano? «Fffff…». ¿Las preguntas del Trivial? «Fffff…». Y te queda la cabeza en forma de quesito.

En la vida laboral también hay exámenes: los psicotécnicos. Que te preguntan unas cosas raras de la hostia: «¿Cómo le gusta el pepino, pelado o con piel?». Y con la respuesta se supone que ya saben cómo eres: «¡Ah! Con que le gusta el pepino pelado…». O cuando te ponen dos triángulos dentro de dos cuadrados torcidos y te dicen: «Continúe la serie». Yo, como nunca era capaz de solucionarlos, me llevaba una caja de Plastidecor: «La serie no sé cómo continúa, pero no me he salido de la raya, eh». «De la raya no, pero de la entrevista sí».

También están los exámenes por vicio. Esos tests que salen en las revistas: «¿Quieres saber si eres un buen amante?». Si fuera un buen amante, ¿tú crees que estaría leyendo esta revista? Y luego te pasas media hora sumando las respuestas… Si sacas entre 30 y 45 puntos eres un buen amante. Entre 45 y 90 eres muy buen amante. Y si sacas más de 120: «Hola, Rocco, ¿cómo lo llevas…?».

Ahora, incluso, se examina a las ciudades. Los del COI: «Madrid ha sacado una calificación alta… Pero París muy alta». Si no saben ni amañar un referéndum, ¿cómo van a organizar unas Olimpiadas? Aunque las notas finales no son hasta el 6 de julio. Y en la Comunidad de Madrid lo que nunca se pierde… es la Esperanza.