La jubilación

Emitido et 14 de junio de 2005

El ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, «el que perdió su silla», ha afirmado que tiene la intención de prejubilar a 25 000 funcionarios. Si eso es verdad, tendrán que poner gradas en las obras para que quepan todos. Me los imagino gritando: «¡¡Ese Porland, ese Porland, eh, eh!!». Bueno, y las palomas de los parques se van a poner como tocinos. 25 000 jubilados echándoles pan: «Mira, el nuevo Airbus gigante». Y la paloma: «Airbus lo será tu padre. ¡Pío, pío!». Si finalmente se aprueba la medida, se podrá jubilar cualquier funcionario que tenga más de cincuenta y ocho años. Según Jordi Sevilla, es para rejuvenecer la edad media de los funcionarios. O sea, que a partir de ahora irás a la administración a recoger unos impresos y te dirán: «Ventanilla ocho del Chiquipark. Pregunte al del chupete».

Con las prejubilaciones, mucha gente tiene problemas para adaptarse a no hacer nada. Menos los funcionarios, claro. Para mí, eso es un sueño. Que no hacer nada ya es hacer algo. Imagínense, suponiendo que llegues a los noventa, ¡todavía te quedan más de treinta años para dedicarte únicamente al ocio! Te da tiempo de montar un puzzle de dos millones de piezas de las cataratas del Niágara. O puedes hacer la maqueta del Titanic y meterlo entero en un botellín. A propósito, nunca he entendido cómo lo hacen: ¿acaso ponen un barquito pequeñito en la botella y luego le tiran abono para que crezca? «Pruebe el nuevo Compo Buques».

La verdad es que, ahora, los que se jubilan se lo saben montar. No paran. Van con la Palm de un sitio a otro: crucero por el Nilo, visita al museo, viaje a Peñíscola, comprar Viagra, ir al gimnasio a hacer Pilates… Que hoy en día todo el mundo hace Pilates. Nadie sabe lo que es, pero todos lo practican. El otro día el camarero del bar: «Me he apuntado a Pilates». «Pues empieza ahora mismo y apilates esas cajas».

Cuando estás jubilado, también surgen aficiones de forma natural. ¿Se han fijado que, a medida que te haces mayor, las piernas pierden rigidez, el tronco se arquea hacia adelante, los brazos se descuelgan…? Vamos, que el cuerpo te queda en la posición ideal para jugar a la petanca. Es fascinante. El cuerpo humano ya evoluciona sabiendo que va a acabar jugando a la petanca. Hay que ver la habilidad que tienen los mayores para ese juego. Tú le pides a un mayor que te enhebre un hilo en una aguja y te dice: «Ay, hijo, si yo ya no veo…». Pero si tú le atas el hilo a una bola de petanca, te acierta una aguja a dos kilómetros de distancia.

A muchos jubilados también les da por hacer cosas que no tuvieron ocasión de hacer cuando eran jóvenes. Por ejemplo, estudiar. Sobre todo, informática. Yo iba a una academia y en mi clase había varios jubilados. Ponían mucha voluntad, pero, claro, se notaba que eran de otra generación. Cuando llegaba el turno de preguntas, surgían dudas como: «Oiga, si el ordenador tiene virus, ¿hay que hervirlo como los biberones?». Sí, sí. Otro le dijo al profesor: «Joven, cuando escribo la contraseña, me salen asteroides». Y el profesor: «¿Asteroides?». Lo fue a mirar y lo que le salían eran asteriscos.

Si se cumplen las previsiones del ministro, pronto habrá 25 000 funcionarios prejubilados. A lo mejor, también deciden exportarlos, como hacen los alemanes. Si ellos vienen aquí, los nuestros podrían ir allí. Tan sólo hace falta no saber una palabra de su idioma a pesar de llevar muchos años, montarse sus propios bares y no mezclarse con nativos. Además, como en Alemania está la Bayer, los jubiletas españoles se ahorrarían dinero con las aspirinas.