El calor
Emitido el 7 de junio de 2005
Barcelona ha visto nacer al cuarto hijo de la Infanta Cristina. Nuestra enhorabuena a la Familia Real. Con tanto crío, la Zarzuela va a parecer la aldea de los Pitufos: todo lleno de gente pequeña con sangre azul. Espero que los patucos que le regalen al bebé sean frescos, porque si no, la niña se va a achicharrar. Y es que estamos viviendo la primera ola de calor del año. Desde aquí, nuestro apoyo más sincero a todos los vendedores de pollos asados, albañiles y demás mártires de la canícula.
Qué malo es el calor… Además, cuando más calor hace es a medida que se acerca el verano. ¿Y qué hace la naturaleza para solucionarlo? Los días más largos. La naturaleza será sabia, pero es un poco cabrona. Por no hablar del cuerpo humano. Cuando tienes calor, ¿qué hace tu cuerpo para solucionarlo? Sudar. Muchas gracias, señor cuerpo. No, a ver, si usted cree que esto es lo mejor, adelante… Pero, para mí, eso no es una solución, es otro problema. ¿Quién no se ha cruzado estos días con alguien que ya va dejando tras de sí una estela de humanidad? Que te dicen: «Pero si uso colonia lavanda». Y piensas: «Pues pa’ mí que se te ha muerto algún músico».
El gobierno inició la semana pasada la «Campaña para la prevención de los efectos del calor». Sobre todo, recomiendan: beber agua, beber zumos, beber leche, beber caldos, beber gazpacho… todo líquido. Yo ya no tomo nada sólido. A mí, cuando me preguntan cómo quiero el entrecot, digo: «Licuado y en vaso de tubo». «¿Y las patatas?». «Póngamelas en una cantimplora, que me las beberé después». Incluso la Genetalitat de Cataluña ha anunciado que llamará por teléfono a las personas consideradas «frágiles» para avisarles de que se acerca una ola de calor. Como te llamen, qué mal rollo: «¿Me está llamando frágil? (Imitando a un mafioso). Me está ofendiendo a mí y a mi familia…».
La gente combate el calor como puede. Por eso estos días las sombras van buscadísimas. Esta mañana me he tenido que parar al lado de una farola para aprovechar la sombra. Al rato, ya tenía una cola de coches delante, preguntando: «¿Cuánto por un completo?». Le digo: «Sesenta euros». Y le he hecho un monólogo completo. De arriba abajo. Y por las noches ya empieza a haber gente que baja a la calle con la sillita, a ver si corre un poco de aire. El problema es que coinciden con el vecino y no saben de qué hablar: «Cómo ha subido el IBI este año, eh». «Pues anda que el catastro…». «¿Tú estás empadronado?». «No, es mi carácter». De todas formas, esto se está perdiendo porque, en cuanto te giras, ha desaparecido la sillita ¡con la abuela y todo!
También hace días que estamos viviendo las primeras peleas por el aire acondicionado en el despacho. Ese despacho, dividido como España. Uno: «¡Súbelo, que tengo calor!». Otro: «¡Bájalo, que se ha congelado hasta el Tippex!». Y, claro, el aire acondicionado va de culo: «Yo me apago. Cuando os aclaréis, me lo decís». No falla. En todo equipo de trabajo siempre hay un friolero. ¿Cómo puede ser? Tú te estás asando y el tío: «No sé cómo podéis estar así, de verdad». Perdona, ¿tú qué eres? ¿Un anfibio? «Es que tengo frío. Es que me cae aquí». ¡Pues ponte allí! Normal, con tanto calor, al final te entra la mala hostia…
El único invento que realmente protege del calor es el botijo. El agua del botijo es como la Bermúdez: siempre está fresca. Tendrían que hacer los edificios en forma de botijo, así no haría falta el aire acondicionado. Bueno, ahí está el Guggenheim, que más que un botijo parece una cantimplora abollada. Seguro que dentro se está fresquísimo.
Donde estos días están subiendo mucho las temperaturas es en la zona de Galicia. Están sufriendo el típico anticiclón electoral. La previsión apunta a una entrada de aires nuevos… aunque eso no es sinónimo de buen tiempo.