Hablar en público

Emitido el 1 de febrero de 2005

Hay que ver lo complicado que es hablar en público últimamente. Ahora se ha puesto de moda que los micros desaparezcan mientras hablas. La moda empezó en el programa 59 segundos y el domingo también lo pudimos ver en la gala de los Goya. A este paso, los presentadores tendrán que hacer los programas con patines. De hecho, esta mañana ya me ha parecido ver a la Campos practicando por los pasillos: (cantando). «Doonde estés y a la hora que estéeees…».

Lo que les decía. Hablar en público es muy complicado, sobre todo si no juegas en casa. Y si no, que se lo pregunten a Ibarretxe, que hoy ha ido a defender su plan a Madrid. Mientras hablaba iba poniendo cara de: «Pero si yo no quería venir. Si hay que ir se va, pero venir pa' na, es tontería». Ver a Ibarretxe vendiendo su plan es como ver Titanic o Mar adentro, antes de que empiece ya sabes cómo acaba: mal. Para Ibarretxe, claro.

En los Goya también se demostró que la gente se pone muy nerviosa cuando habla en público. El único que no estaba nervioso era Amenábar. Subió tantas veces que ya no sabía a quién dedicarle el premio: «Doy las gracias a mi carnicero por su carne mechá y a María Patino por anunciar barbacoas como nadie». Bueno, en las últimas nominaciones, el mismo premio Goya ya decía: «¿Qué, otro para el nene, no?». Y se iba caminando él sólito a la platea, con las patillas (como es una cabeza…). En cambio, otros se quedaron sin saber qué decir. Con tan poco tiempo y tantos compromisos. Hay agradecimientos imprescindibles: a la familia, a la pareja… Incluso a la amante. Muchos hacen pactos: «Cuando me toque la nariz me estaré refiriendo a ti, pichurri». Una vez, vi cómo le daban un premio a Fran Rivera y hacía tantos gestos que parecía un entrenador de béisbol.

Lo que nunca se puede hacer es subir a por el premio y decir: «Es que no me había preparado nada». Es como si estás en el banquillo de un equipo de fútbol, te mandan calentar y sales en mocasines: «Como hay tres más, pensaba que saldría Solari». Un poco de sangre, chato. Yo soy el jefe de los Goya, y si sube alguien que no se ha preparado nada, se lo doy a otro: «Almodóvar, pa’ ti». Y Almodóvar: «Doy las gracias a la Virgen de los Desamparados, a santa Cecilia…».

Además, cuando hablas en público hay que fijarse mucho en los detalles. Por ejemplo, no tener nunca la boca seca, porque, si te descuidas, aparece esa babilla blanca… Para asegurarte, haces como que te emocionas y aprovechas para pasarte la lengua por las comisuras. Ya se sabe, las comisuras las carga el diablo.

Y, muy importante, tratar de controlar los tics. Yo, por ejemplo, me abro la americana cuarenta veces. Soy como aquellos mecanismos que prueban los cajones en el Ikea. Que luego la misma máquina la aprovechan en Internet para hacer cosas guarras. Abren y cierran, abren y cierran… Bueno, pues yo pruebo si la americana resiste.

Existen trucos para hacer más ameno el discurso, como colar algún chiste. Eso sí, no conviene abusar de la rima fácil. Sobre todo si el premio se llama «Goya».

Otro de los trucos que mejor funciona, según dicen, es imaginarse al público desnudo; aunque, en el caso de los Goya, no sé yo… Porque tranquilidad, precisamente, no es lo que produce imaginarse en bolas a Penélope Cruz, a su hermana, a Belén Rueda, a Sonsoles… No, no, señor presidente, a su mujer de usted no me la imagino desnuda… Aunque… Que no, que no… Por cierto, una teoría que últimamente me ronda por la cabeza: ¿no creen que Zapatero y su mujer cada día se parecen más? Yo lo he comentado en casa y me han dicho que es normal, que les pasa a todos los matrimonios. Pues si es así, el día que a Sonsoles le crezcan las cejas en punta empezaremos a preocuparnos. Vaya, ahora no sé cómo salir de este huerto. Si ya lo decía al principio: hablar en público es muy complicado y, al final, te acabas liando. No lo intenten en casa.