El plan B

El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, un economista de cuarenta y tres años que no tiene pelos en la lengua a la hora de culpar a los políticos europeos de la presente crisis, está convencido de que el papel del banco central debe ser el de controlar la inflación y no emitir billetes para salvar a países indisciplinados. De acuerdo con la revista alemana Der Spiegel, aunque la posición de Weidmann es respaldada por el pueblo alemán, que se niega a que sus impuestos sigan financiando el desorden de sus vecinos, las presiones para que el BCE dispare ese último cartucho son crecientes y los eurobonos podrían hacerse realidad. La ceguera de estos honestos contribuyentes no alcanza a comprender que buena parte de la economía alemana se basa en las exportaciones a los países de la zona euro y que, si estos caen, ellos también van a comenzar a pasarlo muy mal. Del caso de Italia son pocos los que hablan, pues aunque su situación es grave y su salida de la zona euro también es probable, se trata del evento que tendría las mayores consecuencias. Si la salida de Grecia constituiría un drama que no se sabe bien qué consecuencias acarrearía, la de Italia, una de las mayores economías mundiales, tendría ecos que se harían sentir desde en Wall Street hasta en Tokio, y serviría por sí sola para desencadenar una nueva crisis mundial.

Así pues, el problema no es únicamente encontrar fórmulas para que, llegado el caso, los países que salgan del euro lo hagan de la forma más segura posible para ellos y para los demás, sino crear cortafuegos para controlar el contagio en los mercados financieros, el cual seguiría avanzando imparable mientras no apareciera una solución a largo plazo, sólida tanto en lo económico como en lo político.

Mientras los líderes europeos dicen insistentemente que no hay necesidad de diseñar un plan B (lo cual no quiere decir ni mucho menos que el plan no exista, pero hay que dar, ante todo, sensación de calma), algunos de los principales bancos del mundo y sus supervisores están haciendo exactamente eso a plena luz del día, precisamente por la razón contraria: necesitan dar a sus inversores la impresión de que están listos para cualquier contingencia. Bancos como Merrill Lynch, Barclays Capital y Nomura emitieron una catarata de informes que analizan con todo detalle y hasta sus más nimias consecuencias la probabilidad de una ruptura de la Eurozona. Las principales instituciones financieras británicas, como el Royal Bank of Scotland, ya tienen sus planes de contingencia para el caso de que lo inimaginable se haga realidad. Y no nos engañemos, el BCE y los bancos nacionales de los diferentes países han hecho lo propio, aunque no se atrevan a confesarlo.

La troika y los 40 ladrones
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