Propiedad biológica
Mientras tanto, los precios que reciben los países del Tercer Mundo por sus exportaciones tradicionales (café, cacao, arroz, azúcar y algodón) continúan disminuyendo. El valor relativo de sus exportaciones ha disminuido aún más. Por ejemplo, en 1975 un tractor costaba el equivalente a 8 toneladas de café africano, pero en 1990 el mismo tractor costaba 40 toneladas. Estos países tampoco pueden pasar a la producción de bienes más sofisticados, con mayor valor, debido a la falta de capital, la dificultad de acceso a los mercados y la insuficiente formación de los trabajadores. De hecho, muchos programas del FMI han exigido recortes en el gasto en sanidad y educación.
Las élites del Primer Mundo controlan y manipulan los mercados a pesar de su constante invocación a las bondades de los mercados libres. Así, se ha insistido en la implantación del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual, que permite el uso de las patentes y otros monopolios de la propiedad intelectual para cerrar a los productores del Tercer Mundo los mercados más lucrativos. Como parte de esta estrategia, Estados Unidos ha insistido en la inclusión del material genético, incluyendo semillas, células humanas y microorganismos como elementos patentables. Así, las empresas del Primer Mundo pueden extraer recursos genéticos del Cono Sur y luego patentarlos, en una estrategia llamada «biopiratería». En una maniobra particularmente perversa, RiceTec, una compañía de Texas, solicitó y obtuvo una patente sobre el arroz basmati de India.
Otro de los casos más sonados fue el de la ayahuasca, una planta medicinal cultivada desde tiempos precolombinos y considerada sagrada por muchas comunidades indígenas. Esta planta fue patentada por la International Plant Medicine Corporation de Estados Unidos, acción que fue calificada de «inmoral e ilegal» por diversas organizaciones humanitarias y ecologistas. Esta patente movilizó a diversas organizaciones indígenas de nueve países sudamericanos, que consiguieron su cancelación por parte de la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos.9
Investigadores de la Universidad de Colorado patentaron una variedad de la quinoa, cereal rico en proteínas y parte esencial de la dieta de millones de personas en la región andina; la empresa francesa Dupont patentó una variedad de maíz con un alto contenido en aceite que ya era tradicional en México; un importador de madera americano patentó algunos usos del árbol nim, empleado desde hace milenios como planta medicinal en India. Al igual que ocurrió con la ayahuasca, estas patentes también han sido revocadas después de muchos años de perseverancia en los tribunales.
Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de bosques de Greenpeace, aporta casos más recientes: «En el mercado suelen aparecer de forma frecuente productos procedentes en su mayoría de países tropicales, donde existen culturas indígenas no transformadas que acumulan muchos conocimientos sobre plantas con principios activos». Comenta que en Ecuador existe una rana cuya piel segrega una sustancia venenosa que es utilizada para la caza con cerbatanas. Se trata de un potente analgésico que ahora se vende, patentado bajo el nombre de Epibatidine. Otro ejemplo: los indígenas de Tanzania y Sudáfrica utilizan un cactus denominado hoodia para soportar el hambre y la sed en época de escasez, porque es un buen reconstituyente. Como inhibe el apetito, fue luego patentado para combatir la obesidad.
Expolios biológicos aparte, la deuda mantiene a los países del Tercer Mundo bajo control. Dependientes como se han vuelto de la ayuda, los préstamos y la deuda, se han visto obligados a reestructurar sus economías y reescribir sus leyes para cumplir con las condiciones establecidas por el FMI y el Banco Mundial en sus programas de ajuste estructural. Caso muy diferente es el de Estados Unidos, que controla la moneda de reserva del mundo, por lo que no puede vivir fuera de su alcance por mucho tiempo sin crisis financiera. Como señala Doug Henwood, autor de Después de la nueva economía, «Estados Unidos sería ahora mismo un candidato ideal para un ajuste estructural si estuviéramos hablando de un país normal. Estamos viviendo más allá de nuestras posibilidades, tenemos una deuda externa masiva y en constante crecimiento, un déficit gigantesco y un gobierno que no muestra ningún interés en hacer nada al respecto… Si este fuera un país normal, Estados Unidos tendría al FMI llamando a la puerta, ordenándonos que mantuviéramos las cuentas dentro del balance, consumir menos, invertir más y ahorrar más. Pero dado que Estados Unidos es Estados Unidos, no es nada probable que tal cosa suceda. Si esas recetas no son buenas para nosotros, entonces ¿por qué son tan buenas para todos los demás?».
Todos los demás, incluida la hasta el momento intocable Europa. Los senderos por los que discurren las decisiones políticas de gran calado son sinuosos y no siempre evidentes para los espectadores externos, en especial si se sustrae a la opinión pública una parte esencial de la información. Muchas veces se trata de complicadas jugadas de billar en las que lo que se pretende es que el efecto deseado se haya desencadenado indirectamente por las acciones cometidas.
En el terreno económico y comercial, Europa comienza a presentarse como un formidable enemigo para los Estados Unidos. La ampliación de la Unión Europea hace que la situación de amenaza sea aún mayor, si cabe, para la economía estadounidense. Ya han sido varios los frentes en los que se han declarado abiertamente las hostilidades. Uno de los más virulentos ha sido el de la industria aeronáutica. Los multimillonarios contratos de este sector y su importancia estratégica lo convierten en una pieza clave para la economía estadounidense. Tanto es así que incluso los servicios de inteligencia estadounidenses han ayudado a las empresas de este país a la hora de conseguir determinados contratos, como ya denunciara en su momento el Parlamento europeo.