El supervisor miope
El FMI examina las políticas económicas de los países miembros a través de un proceso conocido como supervisión. Muchos son los que ponen en duda la eficacia de esta supervisión habida cuenta de que el Fondo Monetario Internacional fue incapaz de adelantarse a la actual crisis económica. Según parece, no lo hizo porque bajo la gerencia de Rodrigo Rato se desarrolló un periodo de débil gobernanza interna, se dieron situaciones de autocensura o se impusieron limitaciones políticas por parte de los países miembros. Esto no lo digo yo. La Oficina de Evaluación Independiente del FMI (OEI), una suerte de auditora del organismo, publicó en febrero de 2011 un informe demoledor sobre los fallos que existieron entre 2004 y 2007, el periodo en el que se gestó la crisis financiera y que fueron, precisamente, los años de gerencia del exvicepresidente económico del gobierno del Partido Popular.
Los auditores creen que durante estos años, cruciales para haber frenado o atenuado la crisis, interactuaron cuatro factores que impidieron ver la recesión que se avecinaba, a saber: las deficiencias analíticas, los obstáculos organizativos, los problemas de gobierno interno y las limitaciones políticas. Estos cuatro factores se mezclaron en un cóctel de ineptitudes que llevó a enterrar las voces críticas contra la aparente bonanza económica y que fomentaron la lectura complaciente de lo que acabó en una burbuja financiera. La OEI revela prácticas muy graves que denuncia el personal técnico e incluso los altos funcionarios del organismo, y que les impedían desempeñar sus funciones: «Los incentivos están orientados a generar consenso con las opiniones predominantes». Traducido al lenguaje de los mortales: expresar opiniones divergentes del consenso de la mayoría de los analistas del Fondo puede llevarte a que tu carrera en la institución se vea truncada.2
La OEI recoge que los funcionarios del FMI, a los cuales entrevista para hacer este informe, tienen la opinión «generalizada» de que los problemas de gobierno interno fueron «una limitación clave» para prever la crisis. La situación se agravó por el «aislacionismo» con el que trabajan sus departamentos, en los que no se cruza la información: «Muchos funcionarios mencionan que les preocupaban las consecuencias de expresar opiniones contrarias a las de sus supervisores, la Gerencia [que representaba Rato] y las autoridades de los países».
En cuanto a las presiones a las misiones (los grupos de trabajo que operan en los países que se analizan), los funcionarios consideraban que «había límites al grado de crítica que podían plantear» y que «no se les puede decir la verdad a las autoridades» debido a que «los gobiernos son nuestros dueños». Los gobiernos ricos, se entiende. De hecho, el informe señala que en el caso de las economías emergentes había más libertad para señalar errores. El informe llega a acusar al FMI de haber favorecido las prácticas en «ingeniería financiera» que más tarde desataron el descalabro de las subprime (hipotecas basura). En este terreno otro español queda mal parado: Jaime Caruana, actual gobernador del Banco Internacional de Pagos y gobernador del Banco de España entre 2000 y 2006, al que Rato llevó como su segundo de a bordo al FMI para ejercer la supervisión financiera. Con Caruana como responsable del área financiera se extendió la creencia de que la innovación financiera «reducía los riesgos» porque los diversificaba.