Mejorando a peor

Uno de los personajes más críticos con el Consenso ha sido el economista Paul Krugman. Ya a mediados de la década de 1990 describía cómo la realidad se daba literalmente de bofetadas con lo establecido y lo previsto por la lista de Washington, y anticipaba (entre julio y agosto de 1995) los problemas que, efectivamente, han terminado por surgir, desembocando en la actual crisis: «… el dominio de cinco años del Consenso de Washington se puede considerar, de manera muy práctica, como una especie de burbuja especulativa que afectaba no solo al proceso económico habitual, para el cual el excesivo optimismo del mercado puede constituir una profecía que se cumpla por sí misma temporalmente, sino un proceso político más sutil a través del cual las creencias comunes de los políticos e inversores demostrarán que son mutuamente fortalecedoras. Por desgracia, cualquier proceso de autofortalecimiento de estas características tiene que enfrentarse, al final, con una comprobación con la realidad, y si resulta que esta no es tan buena como el mito, la burbuja estalla».

Y cuando estalla la burbuja, los gobiernos se acaban olvidando de Washington, del Consenso y de la ortodoxia, y los afortunados que no dependen para su supervivencia del FMI o el Banco Mundial entonan un «sálvese quien pueda» que, en la coyuntura económica actual, significa que gobiernos que antaño presumían de ser muy liberales están interviniendo hasta el límite de sus posibilidades mediante un mayor proteccionismo, más regulaciones y aumento del gasto público.

Todo el mundo parece haberse dado cuenta de que las recetas del Consenso no funcionaron tan bien como parecía en un principio. Es como los medicamentos, que suelen contener algunos productos que pueden perjudicar la salud de los destinatarios y provocar los célebres efectos secundarios. Si no hay un buen médico cerca, esos medicamentos, en principio concebidos para curar, pueden acabar matando al enfermo.

A mediados de la década de 1990 ya parecían claras las insuficiencias que quedaban de manifiesto en los resultados prácticos del Consenso de Washington. La aplicación, de la mano del FMI, de los postulados del Consenso a la transición desde la planificación central a la economía de mercado (en Rusia y en los países de Europa Central y Oriental) no había tenido precisamente resultados positivos. La población, que ya venía de unas condiciones de vida muy duras bajo el comunismo, acabó descendiendo a los abismos de la miseria. En América Latina y el Caribe el ritmo de crecimiento no fue lo bastante alto como para reducir sustancialmente la pobreza. Además, la crisis financiera mexicana de 1994-1995, registrada en un país que hasta entonces había sido alabado como el alumno más brillante y aventajado de las instituciones financieras internacionales, puso en solfa las pretendidas bondades del Consenso. Basta un simple vistazo a las cifras de variación del PIB per cápita en varias regiones del Tercer Mundo y en Rusia en el periodo 1991-1995, en comparación con las correspondientes a 1974-1990, para darse cuenta de que las zonas en las que se aplicaron con mayor claridad las recomendaciones del Consenso registraron tasas negativas (Europa Central y Oriental, así como toda África) o bien positivas pero bajas (América Latina y el Caribe). Por el contrario, las que se mantuvieron al margen, como Asia Oriental y, en menor medida, Asia Meridional, crecieron de manera sostenida e incluso espectacular. Finalmente, las graves crisis asiáticas de 1997-1998 acabaron de dar la puntilla a un enfoque que había insistido mucho en la liberalización financiera como requisito esencial del desarrollo.12

Tasas de variación anual media del PIB per cápita, 1974-1995

1974-1990

1991-1995

Países de ingresos altos

2,1

1,3

Países de ingresos medios y bajos

1,4

0,5

– Asia Oriental

5,6

9,1

– Asia Meridional

2,6

2,6

– América Latina y el Caribe

0,4

1,4

– Europa y Asia Central

2,2

-6,7

– (Federación Rusa)

(2,9)

(-9,8)

– Oriente Próximo y norte de África

-1,7

-0,1

– África subsahariana

-0,7

-1,1

Fuente: Banco Mundial, Global Economic Prospects 1997, Banco Mundial, Washington D. C., 1996, cuadro A. 2.

Joseph Stiglitz explica estos datos: «Algunos países han seguido muy de cerca los dictados del modelo, pero no han experimentado incrementos económicos especialmente fuertes. Otros países han ignorado muchos de los dictados —como mínimo respecto a detalles cruciales de secuenciación— y han experimentado algunas de las tasas más altas de crecimiento sostenido que el mundo haya visto jamás. Concentrándose en un grupo excesivamente estrecho de objetivos —incremento del PIB—, otros objetivos, como la equidad, pueden haber sido sacrificados […]. Intentando forzar una transformación rápida —a menudo imponiendo una acentuada condicionalidad al recibir la asistencia más necesaria— no solo se han visto minados los procesos democráticos, sino que se ha debilitado, a menudo, la sostenibilidad política».

La troika y los 40 ladrones
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